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Al otro día se escuchaba en la casa desde temprano el típico ajetreo de la casa de los Potter cuando los niños debían volver a clases. Llegaron a tiempo, y mientras los Potter-Weasley se despedían, Scorpius se separó, pues sus padres habían llegado la noche anterior pero quisieron pasar a despedirse de él, total no no verían hasta navidad.

—James, mas te vale que McGonagall no nos llame este año— dijo Ginny luego de que subieran las cosas al tren.

—Ay mamá, eso no pasará, este año tengo una estrategia que me tomo todo el año crear, pero te aseguro, que McGonagall no se enterara de que quien hizo las cosas, fuimos los merodeadores— Ginny entrecerró los ojos mientras Harry les daba la espalda ocultando su risa.

Ginny apachurro entre sus brazos a sus hijos como si fueran niños pequeños. Cuando fue el turno de Albus lo tomó de la cara y comenzó a dejarle besos por todos lados, Albus se quedó quieto recibiendo los mimos de su madre, sintiendo una calidez en el pecho. Sus padres acostumbraban a darle un incómodo abrazo y dejarlo ir, pero las cosas habían cambiado. Luego se acercó Harry, y este le dio un abrazo que al instante el otro correspondió.

—Nada de aventuras este año, tenemos suficiente con un hijo descarriado— Albus rió por las palabras de su padre y asintió, ambos se soltaron y entre padres e hijos se miraron una última vez— mándenos cartas, queremos saber que es de ustedes.— todos asintieron y subieron al tren, menos Albus, que fue a buscar a Scorpius.

Se quedó parado desde lejos viendo como Draco abrazaba con fuerza a su hijo junto con Astoria, sin querer soltarlo, mientras Scorpius correspondía el abrazo, cuando logró que lo soltaran, Astoria beso la cabeza de Scorpius y acaricio su rostro, así para dejar que diera la vuelta y se fuera. El chico sonrió a Albus, haciendo que se le diera vuelta el estómago. Subieron al tren y tomaron asiento en un compartimento. Se sentaron uno frente al otro. Y por la ventana despidieron una última vez a sus padres cuando el tren partió.

—Y un nuevo año comienza, que nos traerá el destino— dijo Scorpius riendo. Comenzaron a hablar de posibles catástrofes que pudieran pasar, hasta que alguien abrió la puerta y ambos se quedaron mirando a la persona.

—Ho-ola yo, no quería interrumpir, solo que el tren está lleno, pero mejor busco otro compartimento— ahí parada estaba Rose. El lugar se sumió en un incómodo silencio y los chicos se pusieron a mirar el piso, Albus levantó la vista, la miró y le sonrió con amabilidad— nos vemos en el castillo chicos.

Ella cerró la puerta y siguió su camino. Albus y Scorpius no dijeron nada, el azabache miraba por la ventana sin palabras, y el rubio le miraba. El se levantó, se sentó junto a él y dejó caer su cabeza en su hombro abrazándose a su brazo. Albus le costaba corresponder este tipo de muestras de cariño, y mucho más consolar a las personas, al comienzo se tensó, pero poco a poco se relajó y puso su cabeza sobre la del otro.

—¿Crees que algún día ella me perdone, o al menos podremos ser amigos?—Albus lo pensó un poco.

—Solo el tiempo nos lo dirá. Rose puede ser muy orgullosa, pero no es rencorosa. Aparte no parecía enojada, sino más bien, decepcionada. Pero tranquilo.

—Tengo sueño, ¿no te importa si duermo un rato?

—Claro que no, descansa.

El rubio se acomodó mejor sin despegarse del otro, y al segundo se durmió. Albus lo miró, queriendo grabar y acariciar su rostro con las manos. Luego de un rato, él también cayó dormido.

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꧁Manos entrelazadas, Scorbus꧂Donde viven las historias. Descúbrelo ahora