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Siglo XV

Hacía ya mucho tiempo los reinos Lee y Han eran vecinos y aliados, las familias tenían una cercanía profunda y era habitual que convivieran entre ellos, tanto que sus hijos se criaron juntos. Un día cálido de primavera se encontraban Minho y Jisung, primogénitos y herederos al trono de sus respectivos reinos, sentados tranquilamente bajo un gran árbol de cerezo, Jisung quien recargaba su pequeña cabeza en el hombro de Minho, no pudo evitar sentir una sensación de tranquilidad y una sonrisa se formó en su rostro.

—Jisung, ¿Eres feliz?— Interrumpió Minho girando su rostro hacia el menor.

—Más feliz que nunca. —Respondió el castaño— Pero odio tener que ocultar esto, ¿cuánto tendremos que esperar?

—Sólo hasta que seamos reyes y cambiemos las reglas.

Jisung soltó un suspiro, dirigió su mirada hacia las flores de cerezo que yacían sobre su cabeza y veía como algunas se desprendían con el viento, viajando libremente por el extenso y verde campo frente a ellos.

Unas horas después llegó Chris, el sirviente personal del Rey, y la única persona además de Minho en la que Jisung confiaba plenamente.

—Su majestad, es hora de la cena, deberían estar listos, sus familias los están esperando en el Gran Comedor.

—¿Cenaremos juntos?— Preguntó de manera alarmada el mayor.

—Sí, es una costumbre joven Lee, ¿hay algún problema?

—Bueno, es solo que... —hizo una mueca —Por la mañana me dijeron que contraería matrimonio con... —pausó dudando en lo que diría.

El castaño con gran asombro en sus ojos, miró directamente a Minho, mientras soltaba su mano y esperaba el impacto de las palabras que pronto acabarían con sus ilusiones.

—Con la hermana de Jisung. —habló mientras se mantenía cabizbajo —Pensé que sería dentro de algunos meses y tendría el suficiente tiempo para preparar una huida o contartelo en otras circunstancias.

El príncipe Han solo pudo sentir su pecho doler como nunca lo creyó, se quedó atónito, no tenía palabras, no escuchaba como Chris le pedía que reaccionara, sus ojos se llenaron de lágrimas, y pronto comenzarían a descender por su rostro, poco le importo, pues ahora tenía la certeza que no había final feliz junto al amor de su vida, al menos no en esta vida. No tuvieron más remedio que regresar al castillo y afrontar la dura realidad, porque no, dos hombres no se podían amar.

Pasada una hora,  se encontraban comiendo un gran banquete, Jisung se forzó a comer lo que había en su plato mientras observaba como su hermana miraba sin disimulo a Minho, era obvio, después de todo le prometerían una vida digna del titulo de reina, y por supuesto le darían una familia grandiosa plagada de hijos y "amor".

Su larga noche fue interrumpida, cuando el Rey Lee se levantó de su asiento emocionado, tomo la copa de plata al frente suyo y dio tres toques con un pequeño cubierto de plata. En ese momento, ambos chicos sabían que sus esperanzas se acababan y pronto recibirían el duro golpe de realidad que les esperaba hace mucho y que se negaban a ver.

—Muy bien, atención por favor, como la cabeza de la familia Lee me complace estar aquí para presenciar este momento, así que cederé la palabra a mi hijo mayor, Lee Minho.

—Buenas noches familia Han. —dijo aclarándose la garganta —Como saben un príncipe necesita una princesa para poder ascender al trono, así como un rey necesita de una reina que lo aconseje y le de unos hijos maravillosos, ¿cierto?

Ambas familias se dedicaban miradas de complicidad, esperando a que prosiguiera con el discurso, nadie lo podía negar, era un joven elocuente y apuesto, sin contar su característica amabilidad, perfecto ante los ojos de cualquiera, y que ahora estuviese a punto de comprometerse con la princesa más aclamada de la villa y entre los pueblos, era un suceso muy importante y digno de admirar.

En nuestras próximas vidas(Minsung)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora