8. Tu nombre

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La luz de aquel cuarto blanco lo dejó cegado por algunos segundos antes de abrir por completo sus orbes azules grisáceos. A su alrededor no había nadie que le informara de la situación y una chica única que lo acompañara, nuevamente, volvía a sentirse solo.

Saltó de la cama en busca de respuestas, el vendaje que estaba en su cabeza poco a poco caía dejando ver una leve cicatriz de aquel golpe que obtuvo en batalla.

A lo lejos pudo divisar a su escuadrón, a la cuatrojos y al rubio. Sin saber qué más hacer, tomó de la camisa al pelinegro de su escuadrón mientras su cara desvelaba desesperación y furia.

—¡¿Dónde está ella?! —su grito resonó en todo el pasillo, desconectando a todos, quienes apenas notaron su presencia—. ¡Contesta!

Gunther y Eld fueron de los últimos que estuvieron ahí, por lo que sabía. La cara del primero retrataba el pánico que sentía mientras una capa de sudor cubría su frente ante el agarre de su superior.

—Levi, sueltalo —ordenó el rubio Erwin mientras que con su mano libre tomaba de la muñeca al nombrado, dejando respirar a Gunther—. Mandamos a un equipo a buscar a los desaparecidos, entre ella estaba Diermissen pero no encontraron más que esto —entre sus manos estaba el collar que le había regalado horas antes de la expedición, manchas de sangre arruinaban aquel dije que la señora le había regalado.

Sus piernas flaquearon, aquel sentimiento se había hecho presente solo aquella vez que perdió a sus mejores amigos, ahora regresaba con mayor fuerza que antes. Algunas lágrimas ensuciaron el suelo y sus gritos de desesperación llenaron todo el lugar mientras sostenía el collar como si la vida le fuera en ello.

Mi nombre es... Oshin. No lo olvides, siempre seré tu Oshin.

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¿Cuánto tiempo había pasado desde aquel día? Dejó de llevar la cuenta desde entonces, lo único que sentía era pena y soledad. Estaba muerto en vida.

A diario miraba aquel collar que le había regalado, a pesar de haberlo limpiado aún quedaban marcas del líquido carmesí arruinando sus recuerdos, ¿qué hizo mal para no poder protegerla? ¿Cuánto más tendría que sufrir?

Miró instintivamente a la ventana de su oficina y se acercó a la vista que tenía, nadie estaba allí y el silencio reinaba, a nadie me interesaría que un hombre amaneciera muerto. Colocó una silla pegada a la ventana y retrocedió unos pasos para tomar vuelo, ya no sentía ganas de seguir viviendo. Sus pasos aceleraron estando casi cerca de su objetivo, un dolor punzante en su pecho y cabeza lo hicieron ceder de su turbio objetivo.

Prometo que siempre regresaré a ti, no importa lo que suceda. Espera por mí.

Las palabras de su amada llenaron su cabeza a tal punto de no poder pensar en nada más. Presionó sus manos sobre su cabeza como si pudiera aliviar el dolor que sentía. El golpe de la puerta tampoco lo hizo salir de su trance, pudo descansar hasta que sintió unas cálidas manos sobre sus hombros y sentir sus párpados pesados para continuar despierto.

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—¿Él estará bien? —una voz femenina fue lo primero que captó su cerebro, sus ojos volvían a traicionarlo impidiendo que viera lo que sucedía.

—Sí, pero ha sido un golpe duro para él. No sé cómo vaya a reaccionar cuando despierte pero haremos lo posible para ayudarlo y decirle la verdad de una manera que no le afecte... al menos no mucho —la gruesa voz del comandante Smith fue lo único que pudo reconocer.

Tu Nombre (Levi×Reader)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora