Diez; Al caer el atardecer

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« Siempre recordaré a la 
primera persona que trajo 
el sol cuando mi cielo 
se oscureció».
-Ron Israel.






Fingiremos que somos pareja― me dijo con voz firme y serio a lo que yo asentí, luego de que una pareja, la misma que venía en aquel coche que había oído antes y entrara. Jay caminó hacia un vehículo, me fijé en la placa del coche y luego intenté mantenerme oculta bajo la capucha de la sudadera de aquella chica que no sabía cómo se llamaba.

Jay abrió el maletero y del interior extrajo una valija negra junto a un bolso. Extendió el bolso a mi dirección y lo cogí poniéndolo en mi hombro libre, ya que en el otro llevaba la mochila.

Jay tenía su cabello negro sujeto con una liga para el cabello ahora que podía verlo mejor. Su cuerpo estaba muy bien trabajado y efectivamente pasaba mucho tiempo en el gimnasio, su cuello también tenía tatuajes al igual que Lev pero sus manos estaban libres de tinta, usaba un pantalón pescador de color negro y una camiseta negra junto a una sudadera roja.

Colocó la alarma del vehículo y extendió su mano luego de mirarme a los ojos. Poseía unos bonitos ojos café y me di cuenta que tal vez tenía la misma edad que Lev o incluso un poco más.

Cogí su mano y luego de su bolsillo extrajo unas gafas de sol negras.

― No es fácil ocultar ese maquillaje, así que ponte los anteojos― obedecí a lo que dijo y luego preguntó―: ¿Lista?

Asentí.

― Lista.

― Sígueme la corriente en todo lo que diga― me dijo.

 Jay entrelazó su mano cálida con la mía y me guió hacia el interior de la recepción del hotel. Dos niños idénticos bajaron las escaleras corriendo y uno de ellos chocó conmigo en cuanto entramos, no debían tener más de siete años. Quienes supuse que eran sus padres venían justo detrás de ellos y la pareja que había ingresado estaban reservando una habitación.

― ¡George! ― exclamó quién supuse era su madre. No estaba hablándoles en ruso por lo que deduje que no eran de allí, eran turistas―. ¡Te dije que podías caerte o chocar con alguien!

El niño de rizos dorados y grandes ojos verdes me observaba desde abajo, Jay soltó mi mano cuando la pareja de antes cogió el ascensor y cargaban sus maletas. La mujer de tez blanca, alta y rubia con algunas ojeras debajo de sus ojos me observó con una sonrisa a modo de disculpa.

También le sonreí y me agaché para ayudar al niño, le tendí mi mano pero él no la aceptó. Se levantó del suelo y corrió detrás de su madre para mirarme con timidez. 

― No se preocupe, está bien. Fue un accidente, tampoco miraba por dónde iba― la mujer se detuvo y me miró con los ojos entrecerrados al oírme hablar, más de cerca.

― No eres de aquí, ¿verdad?― busqué con la mirada a Jay pero estaba hablando con el recepcionista. 

— Vine de vacaciones con mi novio— respondí intentando permanecer tranquila y fingí una sonrisa.

— ¿De qué parte eres?— entrecerró los ojos para mirarme mejor. Me sentí algo incomoda—. Lo siento, no estoy siendo muy educada al mirarte de esta forma pero me resultas extrañamente familiar.

La pregunta era, ¿cómo me conocía o de dónde? Su cara no se me hacía familiar.

Tragué duro y Jay llegó justo a tiempo para coger mi mano e intervenir en la conversación.

In The Night ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora