Seis; Rebelión

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«Te diré lo que es la libertad para mí: Es la ausencia del miedo.
Nina Simone».













Angelo cogió la chaqueta que llevaba puesta para luego girarse a mi dirección. Me hizo una seña con su dedo y cubrí mi cuerpo desnudo con las sábanas.

El tiempo que Angelo y yo estábamos saliendo, ya habíamos tenido relaciones sexuales. Era una mujer que disfrutaba su vida sexual incluso mucho antes de que nos conociéramos por medio de Jannet. Siempre creí que las mujeres eran tan libres como los hombres de disfrutar sobre la sexualidad, pero después del secuestro, ya no creía que es lo que era sexo. Estábamos obligadas a hacerlo y aunque ya debía estar acostumbrada por el tiempo que llevaba allí, eso no era posible.

Era rutinario. Me lastimaba, me deprimía, hasta sentía que envejecía y aunque ya se me hacía algo “soportable”, estaba segura de que jamás iba a poder acostumbrarme porque no era sexo consentido. Era una obligación.

Sentía que era...violación.

Así que, pese a que Angelo y yo ya nos habíamos acostado. Intenté sentirme como aquellas veces pero no había hecho más que fingir que estaba emocionada por el hecho de que él estuviese allí. Al fin y al cabo, aquel era mi trabajo.

— Esto— extrajo la cartera de su bolsillo trasero para mostrarme el dinero, era más de lo que se pedía y me sonrió—. Es tuyo. Debo dárselo a...

— Sí— asentí—. Afuera debe estar Viktor o Petrov, son quienes rondan por aquí y reciben el dinero.

— No quiero que esto sea incómodo para ninguno, debemos actuar con normalidad para no levantar ninguna sospecha— extendió su mano luego de guardar el dinero nuevamente en su cartera y acarició mi mejilla—. ¿Entiendes?

— Sí. No tienes de qué preocuparte— fingí una sonrisa y él se agachó para besar mis labios.

— Debo irme. Vendré a verte la próxima semana— me dijo.

Aguardé silencio. No dije nada que pudiera arruinar las cosas, necesitaba que todo estuviera bien entre ambos porque habían pasado años desde la última vez que estuvimos en una relación, no sabía quien era ni tampoco como es que misteriosamente había acabado aquí prometiendo que me sacaría.

El mundo, mi mundo, me había enseñado a ser desconfiada. Me moría por preguntarle sobre mis padres, mi hermana y la policía, pero me quedé callada. A veces era mejor el silencio. No confiaba del todo en Angelo aún cuando habíamos estado juntos, no podía confiar en él aunque así lo quisiera.

— Gracias, Angelo.

Sonrió.

— Gracias a ti— me guiñó un ojo y volvió a besarme para después acercarse a la puerta y desaparecer por ella. Escuché que intercambiaba palabras con alguien y luego me sumí nuevamente en el silencio.

Mi espalda golpeó el colchón y me hice un ovillo sobre la cama para luego soltar un suspiro. Cerré los ojos, sabiendo que no podía quedarme dormida ni aunque así lo quisiera porque sentía mi cuerpo pesado, adolorido e incluso sucio. Me quedé unos minutos intentando recuperar fuerzas porque aún debía limpiar la habitación.

In The Night ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora