La verdad de Ana

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María Martel hacía una llamada a uno de sus contactos, tenía que asegurarse de que nadie más se entere de lo que estaba planeando, de lo contrario, todos sus esfuerzos serían en vano.

_¿Está todo listo? - estaba atenta a lo que pasaba a su alrededor.

_Todo listo, el helicóptero saldrá dentro de una hora, tienen que venir de una vez, no podré distraerlos por mucho tiempo.

_Está bien, gracias por todo Julia, ¿nadie más sabe de esto?

_Al menos por mí, nadie lo sabe, no se lo dije a nadie.

_De acuerdo, luego te vuelvo a llamar.

Fin de la llamada.

María subía al segundo piso con algo de prisa, entrando a una de las habitaciones y encontrando a Ana cerrando la maleta, se veía nerviosa.

_¿Lista? - preguntó tocando su hombro.

_¿crees que esta vez lo lograremos? - estaba preocupada.

_Si Ella pudo, ¿por que nosotras no?

_Lo hemos intentado miles de veces, y siempre hemos fallado - entristeció - no quiero volver a hacerlo.

_Y no lo harás - se arrodilló - ya pasó mucho tiempo desde la última vez que lo intentamos, no pueden estar vigilandonos las veinticuatro horas, debemos aprovechar esta oportunidad - Ana asintió no muy segura - vamos, debemos de darnos prisa, tenemos una hora para llegar.

Tomó sus dos manos y la ayudó a ponerse de pie, levantándola de aquella silla de ruedas para darle sus muletas. Tomó su maleta y la de Ana y caminó a su lado mientras bajaba las escaleras.

_Con cuidado - aconsejaba - puedo cargarte Ana, sabes que no sería una molestia.

_No te preocupes, puedo hacerlo - Jihyo asintio.

Llegaron a la puerta y María fue la primera en salir, vigilando disimuladamente que nadie esté cerca mientras caminaba al auto. Dejó las maletas dentro y se apresuró en llegar nuevamente a la entrada de la casa, avisando a Ana de que saliera.

Hace veinte años atrás

Ana caminaba con de un lado a otro en su sala, hace tan sólo unos minutos que Miguel le había dado la noticia de que dejaba el caso y no pudo convencerlo de quedarse por más que lo intentó.

Se sentó en su sofá y tomó la laptop que estaba encima de la mesita de centro, comenzando a buscar en Internet a un nuevo y mejor abogado que pudiera ayudarla. No podía contratar a cualquiera, tenía que ser alguien que tenga un buen prestigio a lo largo de su carrera.

Ana continuó buscando hasta muy altas horas de la madrugada, el cansancio en su cuerpo no era nada comparado a su deseo de ver libre a Mimi, no podía perder el tiempo.

Fue cuando encontró a alguien que cubría todas sus expectativas, un abogado que solo había perdido ocho casos en sus diez años de carrera, a pesar de ser aún un hombre joven.

Pero había un problema, ese abogado no era de Corea.

Chang Li

China-Pekín.

Trató de comunicarse con él por durante dos horas, pero los teléfonos sonaban ocupados y Ana comenzaba a frustrarse al no tener ningún tipo de respuesta. Levantó la mirada a la laptop cuando recibió un mensaje de correo electrónico, dejando el teléfono al lado y colocando la laptop sobre sus piernas.

Era la respuesta de Chang a todos sus mensajes. Afortunadamente para Ana, la laptop traducía todo automáticamente.

Al abogado pareció interesarle su caso, pero había otro problema, él tenía una semana muy atareada y no podía viajar ahora a Europa. Por lo que sólo le aconsejo, que si en verdad necesitaba de su ayuda, que fuera a hablar con él personalmente para poder ayudarla.

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