¡Juguemos con fuego!

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..cuando de la nada se giró. Notó que lo estaba mirando. Sonrió satisfecho, giró la silla dejándola de frente a mí, se recostó en ella y se acomodó mejor abriendo las piernas un poco, cruzó sus brazos sobre su pecho. La sonrisa coqueta no desaparecía de su rostro.

–¿Apreciando la vista? –su voz estaba llena de sensualidad.

–¡Já! Eres demasiado confiado.

–Y tú muy hermosa. Es increíble como no tienes novio... –esa voz, y la palabra hermosa hicieron que mi estómago diera un vuelco. Lo deseaba, sí, deseaba a ese chico malo.

Caminé, bueno de hecho corrí, hacía él. Pensó que lo golpearía y se enderezó de inmediato en la silla. Me senté en sus piernas. La porrista sexy que estaba en mi salió a dar una vuelta.

–¿No crees que eres demasiado confiado? No juegues con fuego chico malo –puse mi dedo índice en sus labios acariciándolos levemente. Tomó mi mano de la muñeca, había fuego en sus ojos. Puso mi mano tras su cuello, mientras con la otra me aprisionaba contra su cuerpo.

–Tal vez si quiera jugar Rose –Mi nombre sonaba mil veces más sensual en su voz.

–Tal vez pierdas; evítate una decepción –sonreí. Me encantaba ser la chica sensual. Jissotenía razón, sólo tenía que ser espontánea.

–Juguemos, ya veremos quién pierde –me retó, sin dejar de sostenerme.

–Tal vez yo sólo quiera perder... –me acerqué a sus labios, él terminó la distancia y me besó.

Sus labios y los míos danzaban y encajaban perfectamente. El calor y una energía intensa empezó a fluir entre nosotros; sus fuertes brazos rodearon mi cintura atrayéndome más hacía él, mis manos pasaron tras su cuello y mis dedos desordenaron su cabello.

Creo que fue el beso más apasionado de mi vida, y sí, ¡fue mi favorito! Algunos músculos por debajo de mi cintura comenzaron a tensarse, estaba pasando mis límites de comodidad; jamás me había sentido tan atraída, tan deseada y sedienta. Sí, sedienta de él.

Sus manos jugaban en mi espalda, una de ellas intentó subir mi corta camisita de porrista, me separé y dije: –Aquí no –mi voz era casi imperceptible. Me puse en pie, lo tomé de la mano y nos encaminé a la habitación de mis padres –sería más cómodo allí–.

Cuando me giré para atrapar nuevamente sus labios, noté que sonreía, y estaba tan acalorado como yo... o más. Cerré la puerta tras nosotros y lo empujé hacía ella –la chica sensual realmente se apoderó de mí–, escuché un gruñido, tomé su cuello, él se agachó un poco y me tomó de los muslos. Quedé atada a su cintura, caminó un poco y me empujó contra una de las paredes para mantenerme en mi lugar.

Puso sus manos en el borde de la camisita, alcé los brazos para que se deshiciera de ella. Cayó en algún lugar. Seguimos besándonos, hábilmente le saqué su camiseta y me quedé sin respiración al ver su bien formado torso, se notaba que se ejercitaba. Tenía frente a mí a un chico más que guapo, ¡hermoso!

La pasión no disminuía, atrapé nuevamente sus labios, pero los separó para posarlos en mi cuello; daba pequeños besos que hacían que me desmoronara en sus brazos. Gemía muy despacio, me distraía con sus besos mientras sus manos desataban mi sujetador.

No le permitiría tener el control, esto era por mí y para mí, entonces desabroché el botón de sus jeans, los bajé muy rápido, él seguía devorando mi cuello. De mis pies empujé mis zapatillas y las pequeñas medias, él hacía lo mismo quitando sus pantalones, zapatos y medias, todo en un rápido movimiento. Un profesional.

Ambos estábamos solo con una prenda, tiró de mí, di un giró y caímos sobre la cama, él sobre mí; se separó, sonrió derritiéndome; bajó por mi abdomen dejando besos increíblemente placenteros. Llegó al borde de la mini falda, la quitó deslizándola suavemente por mis piernas.

I Knew you were troubleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora