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No.
Definitivamente el no amaba vivir.
De hecho, él odiaba vivir.
Justo en esos momentos se sentía la peor persona del mundo.
Estaba recargado en un árbol, con ambas piernas pegadas a su pecho y sus brazos sosteniéndolas.
Estaba llorando; el definitivamente estaba llorando.
¿Como pudo traicionar a su madre de esa manera?
Aquella mujer lo había cuidado y amado por casi 20 años, esa mujer nunca le pidió nada más que solo una cosa, UNA SOLA COSA.
Y TaeHyung no pudo cumplir aquello.
—Soy malo, muy malo, malo, malo, malo— se decía a sí mismo mientras golpeaba su cabeza contra el árbol.
JungKook estaba sentado a unos metros de él; llevaba unos minutos observando al rubio lindo lamentarse a si mismo, y cuando intentaba detenerlo, el otro simplemente le daba un manotazo.
Vaya rubio caprichoso.
—Oye precioso— habló JungKook después de carraspear su garganta solo para que el otro lo volteara a ver aunque sea unos segundos —Si quieres te puedo llevar de vuelta a tu torre y así no decepcionarás a tu madre—.
—No me llames precioso— fue lo único que respondió el rubio antes de limpiar su nariz con una de sus mangas.
—¿Entonces como te llamo?—.
—TaeHyung— respondió el chico mientras se levantaba del piso y sacudía su ropa —Kim TaeHyung—.
JungKook sonrió grande.
El nombre era igual de hermoso que el chico.
Solo que JungKook estaba dejando pasar un mínimo detalle sobre eso; y es que nadie en aquel reino llevaba el apellido Kim más que la realeza.
—JungKook— se limitó a responder el castaño y siguieron caminando algunos metros más.
Durante todo el camino TaeHyung se comportaba como un niño en cualquier parque de juegos, mirando de un lado a otro con una sonrisa, emocionado por cada cosa nueva que sus ojos lograban captar; como una pequeña ardilla que descendía de un árbol, TaeHyung quiso atraparla entre sus manos pero este fue detenido rápidamente por JungKook, para luego explicarle que aquellos pequeños y tiernos animales resultaban ser una fieras.
Y quizá el rubio se sintió identificado.
Su madre siempre le decía "tan temperamental como tú madre", pero TaeHyung nunca entendió aquello, ya que su madre era la mujer más linda y amable que pudiera conocer.
JungKook detuvo sus pasos al escuchar un pequeño pero muy claro rugido de algún animal salvaje y en acecha que estuviera merodeando por el bosque.
—JungKook...— habló el rubio deteniendo sus pasos también.
—¿Escuchaste eso?— respondió el castaño tratando de agudizar su oído.
—JungKook...—.
—Silencio TaeHyung— volvió a hablar solo que en un tono más fuerte, sonando quizá grosero —¿No escuchaste eso?, podría tratarse de...—.
—JungKook...—.
—¡Podría ser un animal salv...—.
—¡Tengo hambre!— interrumpió el rubio antes de que su estómago volviera a rugir —Es solo mi pancita pidiendo comida—.
JungKook lo miró de mal modo, ganándose una mirada aún más retadora.
Si las miradas mataran, JungKook ya estaría enterrado cinco metros bajo tierra.
Pero afortunadamente eso no pasaba, así que con toda la calma del mundo, JungKook se lo pensó un poco y le respondió al rubio tierno.
—Te llevaré al "patito modosito"— dijo JungKook mientras sonreía en grande y con la esperanza de que aquel lugar asustara al rubio y así regresara a su hogar y no tendría que cuidarlo por quien sabe cuántos días.
—¿El patito modosito?— repitió TaeHyung al leer aquel nombre escrito en una madera mal colgada afuera de una choza vieja.
—¡Así es!— el castaño dio una pequeña risa burlona —Es un restaurante cien por ciento familiar, estoy seguro que lo amarás tanto como yo—.
JungKook tomó la puerta de madera de aquel lugar y la abrió, dejando a los ojos de TaeHyung otro escenario completamente desconocido.
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