Los Nervios

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Mikasa se había dado un baño y se miraba frente al espejo de su habitación. Se pasó un peine por el largo pelo negro que le caía sobre los hombros. Luego se dirigió a la cama donde tenia extendido un vestido sencillo que Pieck le había conseguido y el haori que le había regalado Kiyomi. Se vistió y volvió a contemplarse frente al espejo. No estaba nada acostumbrada a esa clase de eventos, ni a vestir de aquella forma. En su vestuario primaba la comodidad. Se sentía extraña y algo insegura. Tomó el colgante de encima de la cómoda. Pronto, la Señora Azumabito llamó a su puerta.

Adelante – la invitó a pasar Mikasa escondiéndose un poco tras la puerta. Una vez dentro de la habitación Kiyomi se volteó hacia la chica.

Estas hermosa, querida – le sonrió la mujer de forma maternal. Mikasa se sonrojó y bajó la mirada.

La verdad es que no me acostumbro a verme así... - murmuró la chica. Kiyomi tomó la horquilla que le había regalado junto con el haori y se acercó a ella.

¿Me permites? – Mikasa asintió y las dos se colocaron frente al espejo. La Señora Azumabito pasó los dedos entre el largo pelo de Mikasa antes de recogerlo en una coleta. Con destreza la mujer enrolló el pelo sobre la horquilla formando un recogido sencillo pero que se mantenía bien sujeto. Mikasa volteó la cabeza a los lados para ver mejor el resultado y le sonrió ligeramente en señal de agradecimiento.

Usted también está muy elegante – dijo ahora ella a lo que la mujer le sonrió con ternura – Creo que voy a hacerle una visita a Armin antes de que nos vayamos hacia la ceremonia.

Muy bien, te esperaré en la cafetería del hotel – le dijo la mujer. Antes de salir de la habitación Mikasa se enrolló la bufanda roja al cuello.

Llamó un par de veces a la puerta de la habitación de Armin. Para su sorpresa fue Jean quien abrió. Él se la quedó mirando, pasmado. Parpadeó un par de veces antes de darse cuenta de que le estaba impidiendo el paso.

P-perdona, - dijo dando un paso atrás para cederle el paso. Ella entró en la habitación, todavía insegura de que los demás la vieran así vestida y Jean todavía tardó unos segundos más en reaccionar y regresar al interior de la habitación.

Armin estaba abotonándose los puños de la camisa, pero las manos le temblaban y no conseguía acertar. Mikasa se acercó a él y le tomó el brazo para hacerlo ella misma. Armin la miró avergonzado a la vez de agradecido por su presencia allí en aquel momento.

Os dejo solos para que podáis hablar – dijo Jean retomando la compostura y dándose cuenta de que los dos amigos necesitaban un tiempo a solas. Salió de la habitación y cerró la puerta tras de si. No se dio cuenta de que Mikasa le miró mientras se marchaba de la habitación.

¿Cómo estás? – le preguntó la chica volviendo de nuevo su atención hacia su amigo y abrochándole los botones de la otra manga de la camisa.

Siento que me flaquean las piernas – sonrió Armin un tanto angustiado. Mikasa le devolvió la sonrisa para tranquilizarle. Lo cierto es que la simple presencia de su amiga, siempre serena y callada, era para Armin como un ancla. El chico cerró los ojos e inspiró profundamente para luego soltar el aire con fuerza – Es increíble que después de todo lo que hemos pasado estemos ahora aquí, ¿no te parece?

Mikasa bajó la mirada y asintió en silencio. Estaban allí, si, y después de todo se alegraba de eso. Pero les faltaba una parte esencial. Instintivamente se llevó una mano a la bufanda. Armin sabía perfectamente en que estaba pensando su amiga y la abrazó.

Gracias Mikasa. Gracias por todo. – le dijo su amigo mientras seguían abrazados.

Si bien era cierto que Eren había emprendido una lucha sinsentido para salvarles a ellos, a sus seres queridos, de un destino terrible; Mikasa se había visto abocada sin remedio a terminar con la vida de la persona que más amaba por el bien de todos. Ella cargaba con esa muerte a sus espaldas irremediablemente, y Armin lo sabía.

Natsukashii  (Jeankasa Storie)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora