⚔️ V: Rebeldía ⚔️

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Narrador omnisciente:

— ¿Un ejército de dragones? —el joven pelirrojo y de ojos anaranjados se atrevió a hablar. Babas, para ser exactos. El chico cambió su típico semblante serio a uno preocupante.

El era un gran joven vikingo, miembro de el pequeño grupo donde se encontraban muchachos de la misma edad. Montador de dragones al igual que todos.

— ¿Hablas de Drago Manodura? —volvió a preguntarle a Hiccup.

— Si, así es —respondío sin importancia, pero luego cayó en picada— Alto ¿Lo conoces? —le preguntó a Babas, quien no se atrevía a dar detalles.

El pelirrojo y el jefe de la aldea se observaron directamente, comprendiendose con la mirada.

¿Qué estaba ocurriendo? Se cuestionaban muchos la actitud de ambos.

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— ¡Que no vuelen los dragones! —ordeno el corpulento hombre, líder de allí.

Rápidamente fueron bajando a un gran fuerte que había en Berk, donde todos debían permanecer en ese lugar junto a su mascotas. Ya que los únicos que sabían a que se enfrentaban debían velar por la seguridad de los demás.

Pero había un joven que cuestionaba cada accionar de ellos.

— ¿Qué? ¿Por qué? —preguntaba el Haddock menor de la familia, sin recibir respuesta alguna.

— ¡Cierren las rejas! —se escuchaba ordenar a Babas, quien era lider de un pequeño grupo. El mismo grupo que anteriormente se encargaba de capturar dragones, pero ahora se ocupaban de curarlos en lo que era posible.

— ¡Bajen las puertas!

— ¡Espera Papá! ¿Qué está pasando? —insistia el castaño a cada rato. Siendo seguido por Astrid y Chimuelo.

Las puertas estaban siendo cerradas, mientras vikingos y dragones se hacían presente en el gran salón para no quedar fuera de el fuerte.

— ¡Ningún dragón ni vikingo pondrá un pie fuera de esta isla hasta que yo lo ordene! —exclamó Estoico seriamente.

Estaba tomando medidas muy drásticas.

— ¿Todo esto es por qué un loco que conociste está causando problemas en otras tierras? —cuestiono el menor sin hallarle sentido. Nadie quería darle explicaciónes.

— Por qué Drago Manodura es un demente —decidió responderle el pelirrojo, Hiccup agradeció aquello en verdad.

— Un demente sin conciencia, ni misericordia —añadió Papá, haciendo que el castaño le preste más atención—. Y si reúne un ejército de dragones...—negó con la cabeza sin esperanzas—...que nos amparen los dioses.

El joven no podía creer las palabras que escuchaba, no todo estaba perdido para el.

— ¡Metanlos a los corrales! —siguió ordenando el jefe.

— ¡Pongan a los pequeños en esta! —Babas le ordenó a un vikingo, refiriéndose a los dragones heridos de menor tamaño.

Haddock no se daba por vencido tan fácilmente, así que se colocó frente a su Padre deteniendo su paso.

— ¡Podemos hacer entrar en razón a Drago! —sugirió con un semblante serio. Esperanzado e inocente.

— ¡No! —le fue negado su accionar.

— ¡Oye! Yo solo quiero conservar la paz.

— ¡La paz termino Hipo! —contestó ya cansado el hombre—. Debo prepararte para la guerra.

Cómo entrenar a tu Corazón || Hiccup y Tú Donde viven las historias. Descúbrelo ahora