⚔️ VIII: Inservible ⚔️

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Sigue narrando Eret su recuerdo:

— ¿Por qué no? —cuestionó molesta, safándose de mí agarre.

— Digamos que...caiste en terreno equivocado y...muy, muy peligroso.

— Pero tu no te vez peligroso —confesó.

Realmente no sabía cómo reaccionar ante esas palabras.

— ¿Debo tomarlo como un cumplido? —pregunté algo ofendido.

— Tómalo como quieras, pero ya debo irme —ella prosiguió su caminar hasta la salida, colocándose su bolsa en sus hombros como una mochila.

Intente detenerla nuevamente, pues sabía lo que vendría a continuación. Pero no alcancé a sostenerla.

Dos hombres la detuvieron por mí, más bruscamente de lo que lo hubiese hecho yo.

— ¡Sueltenme! —la pelinegra intentaba safarse de el fuerte agarre de ambos, pero le resultaba imposible.

— Drago quiere verte hace rato y no le gusta esperar —mencionó fríamente uno de ellos.

— ¿Qué? ¡Pero yo no quiero verlo a el! —inistia en irse sin más. No estaba comprendiendo como eran las cosas en estás tierras— ¡Sueltenme, hombres sin pelo! —atacó su escaces de bello facial. Algo poco macho en estos tiempo.

Solté una pequeña risa al escuchar aquel insulto, tan salido del alma. Pero debía concentrarme en ayudarla.

— Por favor caballeros —decidí intervenir—. Traten a la chica como toda una dama.

— ¡Tu no te metas! —me gritaron. Cómo siempre solían hacer los líderes más mayores que yo.

Solté un quejido, frustrado.

La pelinegra fue arrastrada involuntariamente hasta la parte principal de nuestro hogar temporal. Dónde se hallaba todos los dragones en sus respectivas jaulas.

Pero una de ellas en especial llamó la atención de la joven— ¡Cierra! —gritó preocupada al ver a su dragóna encerrada y algo desorientada, aún con un poco de efecto del dardo.

La pelinegra forcejeo aún más para ser soltada. Pero, gracias a una seña de la cual no se percató pudo safarse del agarre facilmente, se trataba de Drago observando cada movimiento de la muchacha. Dándole órdenes a sus hombres, mientras que la jinete no tenía idea.

— ¡Cierra! —volvió a mencionar, acercándose rápidamente a su jaula. Traspasando su brazo entre las rejas para acariciarla una vez más, mientras que a la dragona le costaba reaccionar por la anestesia—. Tranquila —intentó calmar a su mascota.

— ¿Cierra? —una voz masculina, rasposa y gruesa se hizo presente en el lugar. Haciendo que la pelinegra alejase rápidamente su brazo de el animal— ¿Enserio le pusiste nombre?

La chica rápidamente volteo detrás suyo, de donde provenía aquella voz cuestionando burlescamente.

Al hacerlo se encontró con un hombre, muy corpulento y grueso. De cabello negro y rostro lleno de cicatrices, al igual que su cuerpo. Pero una en especial más grande en su ojo izquierdo.

— Así que —el hombre examinó de arriba a abajo a la joven, quien se encontraba agachada a  la altura de su mascota inconciente— ¿Tu eres la jinete?

Cómo entrenar a tu Corazón || Hiccup y Tú Donde viven las historias. Descúbrelo ahora