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Laboratorio, tokyo.

Hwasa sabía que tenía que escapar, además no tardarían en buscarla para encontrar una explicación y ella quería estar lo más lejos posible de ahí, intento ayudar a su hija como pudo con aquel virus pero se dio cuenta de que era demasiado tarde para remediar todo.

—Perdóname, mi pequeña. — Solloza al ver el cuerpo de su hija sin vida.

El nuevo virus, había matado al virus anterior, como si fuera una plaga, sus conclusiones fueron que los que ya habían estado infectados con el virus anterior iban a morir de forma lenta y dolorosa, podía haber funcionado si lo hubiera utilizados en los infectados, pero no quería ayudar a todos esos bastardos que la habían matado, la reacción en personas vivas ya lo estaba viendo con solo escuchar el desastre de las noticias.

Ella iba a huir, y junto con ella llevaba los resultados de todos los experimentos, si no encontraban aquel portafolio que portaban los expedientes seguramente todo el maldito mundo moría por la extinción humana.
Pero antes de irse, se acercó a la otra habitación contraria y ahí vio a la otra niña...

La creadora del virus letal.

A diferencia de todos los infectados, ella tenía conciencia, era una pequeña de mas o menos cuatro años o tres, no comía carne, podía vivir como una persona normal debido a sus genes aún humanos.
Ella tenía sus ojitos negros, habían intentado que ella se comunicara con otros experimentos de personas infectadas con su misma sangre donde poseía aquella creación, pero parecía que no necesitaban palabras, la pequeña podía hablarle con gruñidos.

Abrió la puerta de la habitación sabiendo que está no le haría daño porque era diferente, la niña se emociono al ver a la científica entrar, hace unos días que estaba sola y extrañaba hablar con la mujer.

Ella también podía hablar, pero no tenía un nombre por lo que tenía un número en especial.... 555133.

—¿Podré salir algún día?. — La pequeña a pesar de su edad también era inteligente, al ser un experimento también desarrolló conocimientos únicos que no cualquier niño de su edad podría saber.

Hwasa negó, borrando la sonrisa de la pequeña.

—No... Aún no he encontrado a tu familia, supongo que tu especie es única.

—Pero... Prometiste hacerlo, quiero conocer a mi progenitor o progenitora, quiero jugar.., quiero que el o ella me abraze, quiero recibir amor. — Aún que ella era demasiado avanzada a su edad todavía tenía deseos infantiles.

Hwasa sólo podía mirarla con odio, y desprecio, como no hacerlo, si esa mocosa no le dio lo que necesitaba solo era un experimento inútil, desde que era un bebé la mantuvo encerrada experimentando con ella junto a los hijos que seokjin, pero estos terminaban muertos y ella era más.... Especial.

—Oh cariño... No llores. — Fingió sentir lástima, pero sentía asco ver que de sus ojitos negros salían lágrimas.

Era un monstruo disfrazado de humano.

—Ya no quiero estar sola. —Lloraba la niña, también estaba vestida de una bata blanca, descalza y llena de cables y tubos de plástico en sus brazitos junto a una cadena en su tobillo.
Su cabello es castaño y largo debido a que jamás había salido de ahí y mucho menos podía cortarse el cabello.

☢︎︎N̶E̶W̶ V̶I̶R̶U̶S̶Donde viven las historias. Descúbrelo ahora