El 15 de diciembre me levanté a las 6.00 AM, me vestí, tomé un café, me monté en mi bicicleta y pedaleé las cinco horas hasta San Francisco. Hice una parada de media hora en un pueblo, donde comí la banana que guardé en mi morral y bebí un poco de agua. Luego continué hasta la ciudad en la que me crié y viví por dieciocho años y medio.
Faltaban diez minutos para las 12 AM cuando llegué, y aproveché la hora para comer algo, pues aún era temprano y tenía el resto del día para hacer lo que quería hacer. Me detuve sobre la acera y le envié un mensaje de texto a Kleo:
«ya almorzaste?»
Me respondió al instante:
«no! justo estaba pensando en ir a comprar un mcdonald's... estás aquí?!!! :D»
«dime qué quieres y lo llevo»
Kleo respondió con muchos emoticones felices y el combo que quería. Pasé por el McDonald's que estaba camino al local de tatuajes de Kleo, Canvas, compré dos dobles cuarto de libra y fui directo a uno de mis lugares favoritos en todo San Francisco.
Era casi invierno, así que el día estaba bastante fresco. Me había puesto jeans, una camiseta negra de mangas largas con cuello tortuga, un viejo suéter de tonos marrones que Kleo me había regalado y las Vans. Llevaba mi viejo morral de siempre en la espalda y el pelo recogido en una trenza espiga que me había hecho la noche anterior, luego de ducharme. Me puse un poco de rímel y delineador, pero nada más.
La dueña de Canvas estaba sentada en el escalón más alto de la entrada y mirando su celular cuando yo llegué. Tenía puestos unos jeans de jean claro con varios Bart Simpson estampados y una camiseta holgada sin mangas de color gris claro, a pesar del clima. Llevaba el cabello en dos moños altos y despeinados, la cara lavada y sus viejas botas negras acordonadas en los pies.
—Dime que vienes a confirmar que vendrás a Chicago con nosotros.
Intenté sonreír mientras estacionaba la bicicleta. Tomé la bolsa con la comida de la canasta y subí las escaleras hacia Canvas, las cuales estaban repletas de viejas patentes de coches y fotografías de músicos que Kleo amaba, al igual que varios de sus mejores tatuajes.
Me había mostrado sus cuadernos de cuando comenzó a dibujar y comprobé por mí misma que su talento era nato. Sus líneas siempre habían sido suaves, simétricas y acordes, la luz siempre bien reflejada y los colores perfectamente mezclados. Y si tenía la máquina de hacer tatuajes en la mano... Era capaz de hacer cualquier cosa.
Yo había aprendido a dibujar con Lucia Dalton, pero Kleo me ayudó a perfeccionar mi estilo y me dio muchos consejos que ahora me ayudaban casi siempre que dibujaba. Aún no me había atrevido a pintar mucho, era más amiga del blanco y del negro y todo el rango de sus tonos intermedios.
—Es muy pronto para sacar el tema —repliqué al estar a cuatro escalones de ella.
Kleo fingió un puchero.
—Supongo que tiene sentido —le dio una calada a su cigarrillo—. Eres mi salvación, estoy muriendo de hambre.
Nos saludamos con un abrazo corto, entramos al local y nos dirigimos hacia la parte de atrás, donde había una pequeña cocina con una mesa y algunas sillas.
—Jayden y yo viajamos a Chicago el otro día —dijo Kleo entre masticadas—. Vimos casas y comenzamos la decoración de los negocios. Emilia y Howie están allí ahora, haciendo lo mismo. Ah, también vimos el apartamento que está sobre el bar, tiene dos habitaciones.
Me guiñó el ojo.
Sonreí un poco.
—Ya te dije que iré, solo debo hablar con Elizabeth y Paul antes de comenzar a planear. Quiero que estén de acuerdo, no puedo irme así sin más luego de que me dejaran vivir con ellos.
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Pétalos caídos (P#1)
General FictionAspen siempre supo que la casa en la que había nacido no era su hogar, que los dos adultos allí no eran quienes la habían concebido, que los niños a su alrededor no compartían su sangre. Siempre supo que, tarde o temprano, todos ellos la dejarían at...