Mi último mes en San José, California, se fue en un suspiro, al igual que las heridas que me provocó Gary Dalton. Los moretones desaparecieron de mi piel de a poco, tanto de mi rostro como de mi torso, y ni hablar del pequeño corte que me había hecho con el cuchillo. Eso fue lo que se me fue más rápido, increíblemente.
Elizabeth controlaba las marcas casi a diario, pero aún no me había regañado o preguntado sobre Dalton o las razones de mi irracionalidad. Eso, en realidad, me ponía más nerviosa. Prefería mil veces que fuera curiosa. Al menos se comportaba como siempre, quizás un poco más preocupada por mi salud física que de lo normal, pero nada cambió en ese aspecto.
Paul, al contrario, me dio una buena regañada. Intenté darle mis razones y ni siquiera me dejó decírselas. Me dijo que no importaba cuántas razones le diera, ninguna sería suficiente para excusar que haya puesto en riesgo mi vida; y esto solo lo dijo porque Kurt le mencionó que mi padre adoptivo era un monstruo golpeador.
Tay y Kurt siguieron comportándose como siempre, quizás porque sabían más del tema y lo que había significado para mí el enfrentarlo y salir caminando. Ana y Juliet, no obstante, lucieron espantadas al verme en la escuela la semana siguiente al incidente. Ana incluso me dijo que tomaría notas por mí si lo necesitaba. La mandé a volar, pero agradecí que se preocupara por mí.
En su caso, Kleo se enteró de lo que pasó gracias a más de una persona. Kyle la llamó porque me vio y sabía que no le diría nada. Ryan la llamó porque se enteró por parte de Juliet que me veía horrible y algo me había sucedido. Y hasta Kurt la llamó por teléfono. Sí, Kurt. En algún momento se hicieron más amigos de lo que yo era consciente y se llamaban.
Era quien más malas palabras me dirigió al enterarse de que había ido sin realmente estar preparada. Solo puse a grabar en mi celular antes de tocar la puerta, solo por si decía algo que sirviera a hundirlo incluso más. Con todos los enojos que causé, ya había captado que no fui la persona más sensata al ir a ver a Dalton. Pero ya estaba hecho, obtuve mi merecido por ir guiada solo por mi adrenalina y mis heridas ya habían curado.
Esta noche sería la última aquí en la ciudad de San José. Nos graduamos la tarde anterior. Nos pasamos gran parte del día en la escuela, obteniendo nuestros diplomas, escuchando el discurso de Ana Cavendish por obtener el mejor promedio (cliché, lo sé, realmente había esperado que Tay le ganara) y conversando con nuestros compañeros por última vez.
Como despedida, pues tanto Ana como Tay también se irían de San José durante la próxima semana, y para festejar el cumpleaños de Tay, decidimos salir de fiesta como siempre hacíamos. Yo quería que Kurt viniera con nosotras, pero fue Ana quien nos invitó, preferí no mencionarlo. Aunque ella lo soportaba más que antes, no quería aprovecharme.
Además, vería a Kurt en Chicago. Él viajaba el mes que viene.
Nos juntamos en la casa de Tay para prepararnos y luego iríamos a nuestro club usual.
—¿Y tu coche? —preguntó la dueña cuando llegué con Ana, quien me había pasado a buscar.
—No tengo problema en conducir si no bebo, pero hoy pretendo beber con ustedes.
Alcé las cejas, siendo la primera vez que escuchaba sobre esto.
—¿En serio? —pregunté mientras subíamos las escaleras hacia la habitación de Tay.
—Sí —respondió Ana—. Me sentiré dejada de lado si ustedes dos se emborrachan y yo no. Además, no la pasé tan mal la última vez. Solo asegúrense de que llegue a mi casa sana y salva al volver.
Sonreí de costado mientras dejaba mi morral con ropa sobre la cama.
—Eso es bastante noble de tu parte —mencioné.
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Pétalos caídos (P#1)
Ficción GeneralAspen siempre supo que la casa en la que había nacido no era su hogar, que los dos adultos allí no eran quienes la habían concebido, que los niños a su alrededor no compartían su sangre. Siempre supo que, tarde o temprano, todos ellos la dejarían at...