Capítulo 12

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—Oh, noona, pensé que Felix no venía hoy.

—Su papá no puede venir a recogerlo.—habla con molestia. Mira la hora en su reloj de muñeca.

—¡Sí vendrá! ¡Él me dijo que sí!—se queja el pequeño, zapatea enojado.

—¡No vendrá, Felix! ¡Ha pasado media hora y ni siquiera recibe las llamadas! Tengo que ir a trabajar, no puedo esperarlo todo el día.

—¡Yo me puedo quedar en casa!

—No te dejaré solo allá. Quédate con MinHo-ah y juega con JiSung-ssi y SeungMin-ssi.

—¡Quiero estar con mi papá!—levanta la voz, y de sus ojos caen lágrimas.

Suspira harta. Vuelve a ver su reloj.—Escucha, si él se digna a responder mis llamadas, le diré la dirección para que venga a recogerte aquí, ¿te parece bien?

—¡No!

—Pues te aguantarás.—finaliza.—Se me hace tarde, MinHo-ah. Cuídalo bien, por favor.—toma sus manos.—Y muchas gracias.

—Está bien, noona.

—Adiós, Felix. Ya me voy.

—¡Vete! ¡Mala!—se apega al cuerpo del Lee buscando consuelo.—¡Mala! ¡Mala! ¡Mala!

Un último suspiro, esta vez más doloroso.—Tal vez regrese un poco más tarde para recuperar la tardanza.—incluso su voz suena rota.—Adiós.

Ella se da la vuelta y cuando cree estar suficientemente lejos, deja caer algunas lágrimas.

__________

Felix se calmó por el consuelo de sus amigos. Un poco apagado, pero más tranquilo, la pasó bien con los otros niños.

—¿Por qué llorabas, hyung?—pregunta el menor mientras mete la cuchara a su boca.

—Porque mi papá dijo que lo espere en casa pero mi mamá quería irse.

—¿Y por qué?

—No sé. Siempre hace eso. Siempre se va y nunca espera a papá.

"Rosseane llega con maletas en su espalda y en una mano, con la otra carga a su hijo de dos años.

—Chris, ayúdame...

Su rostro estaba totalmente magullado y sus extremidades con hematomas. Su cabello despeinado, toda miserable, tristemente miserable.

La sentaron en el mueble y MinHo le lleva un vaso de agua para tranquilizarla. Ella le pasa al niño porque se siente tan débil que siente que podría tirarlo sin querer.

—¿Fue él?—pregunta el varón.

Y rompe en llanto.—No cambiará. Ya lo entendí, a las malas, pero entendí. Él no cambiará. Ni por mí, ni por Felix.

El australiano la envuelve en brazos, la consuela. Siente que volvió al pasado, a su niñez, cuando alguno se lastimaba y con una bandita y un besito en la herida bastaba para sanar.

—¿Qué harás ahora?—pregunta con miedo, la pregunta de siempre, la que nunca sabe responder.

—No sé... ya no lo aguanté y me escapé de casa. Esta vez me ahorcó, Chris, me estampó contra el suelo y ahí me aprisionó. Vi su rostro, sus ojos furiosos. Y sentí que me iba a matar, de verdad sentí que iba a matarme. Si Felix no hubiera llorado, tal vez sí hubiera acabado con mi vida.—dice entre gimoteos.

Primerizos | BangKnowDonde viven las historias. Descúbrelo ahora