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—¿Dónde está la frente, Haechan? — preguntó Mark, y su novio rió mientras rodaba los ojos, mientras el mayor dejaba un beso en su frente— ¿Dónde está la cien, Haechanie? — y dejaba un beso en su cien, llevaba haciendo eso largo rato—. Oh, que sorpresa, nene, hay una cien de cada lado, dos besos, una en la derecha, — dejó un beso en su sien izquierda—. Y una en la izquierda— tomó su barbilla para dejar un beso en su sien derecha, girando su rostro un poco.        

— ¿Eres dislexico? Esa no es la derecha y la otra no es la izquierda— dijo Haechan para molestarlo.     
       
— En realidad tengo déficit de atención, a veces se confunde.             

— ¿En serio?            

Mark asintió haciendo un puchero.          

— Oh, mi nene— Haechan tomó sus rosadas mejillas—. Sigue repasando las partes del rostro, anda— Haechan cerró sus ojitos y arrugó su nariz, haciendo reír al mayor.             

— ¿Y la nariz, Haechanie? — se acercó para frotar su nariz en la de su novio— ¿Sabes dónde está?         
   
Haechan negó y frotó su nariz levemente contra la de Mark.          

— Pues empieza por aquí— dejó un beso casi en el entrecejo del menor—.... Sigue por aquí— besó el puente de su nariz—... Y esta es mi parte favorita— besó la punta de su nariz.           

— ¿Por qué es tu favorita?         

— No sé, es pequeña y adorable y puedo hacer esto— colocó un dedo en la punta de la nariz y presionó levemente como si fuera un botón—. Boop.          

— A ver, Mark, la cabeza, ¿Dónde está? — preguntó Haechan en tono de burla.            

— Aquí— el mayor tomó sus mejillas y movió su cabeza a cada lado.         

— ¿Y la otra?             

— ¡Haechan! — Mark se preguntaba por qué el pequeño era tan pervertido.

Haechan comenzó a reír y su rostro se tiñó de rojo, Mark rió con él.              

De esas formas tontas Mark lograba entretener a Haechan todo el rato que duraba la quimio, y hasta lo motivaba tanto que no salía tan cansado, a pesar de que le dolía el cuerpo, su alma y su corazón estaba cargados de felicidad que podía transformar en energía con la que podía aguantar toda su vida si quería.            

Porque Mark era lo que más lo llenaba de felicidad, completamente.          

Aunque la vez en la que el médico le dijo que habían terminado con la quimioterapia y que iría a su primer trasplante de médula podía pelear mano a mano con la felicidad de tener un novio como el suyo.             

Y esperando en una camilla del hospital, de la mano de Mark, el pelinegro habló como un niño pequeño:             

— ¿Te cuento algo muy triste?             

— De acuerdo, Mark— Haechan miró el puchero que el mayor cargaba en sus labios.             

— No me dejaron donar médula para mí novio maravilla— dijo y exageró su puchero.            

Haechan rió y negó.              

— Claro que no, tonto, si apenas sales de estar enfermo.            

— Bueno... Pero me hacía ilusión.          

— Hey, que ya me has donado amor, Mark, ¿Quieres dar más? Ya das mucho por mí, por esto... Eres genial.           

— ¿Momento cursi? Mmm... Me gusta.            

Haechan dejó caricias en sus manos, sonriendo totalmente enamorado.             

— ¿Sabes que me gusta mucho y que estuve pensando últimamente? — Mark alzó una ceja—. Que al principio... Me necesitabas más de lo que yo te necesitaba a tí, digo, estabas muy mal y estuve yo para apoyarte... Y cuando yo no pude más estabas ahí para mí e hiciste lo mismo por mí. No siempre encuentras a alguien que dé lo mismo que tú.            

Mark sonrió algo complacido, como si lo hubiera sido reconocido por hacer un buen trabajo.           

— Es lo justo, es como debería ser, creo yo.         
  
— Yo también lo creo.            

— Funcionamos muy bien, amor— dijo Mark, alzando sus cejas varias veces— El mejor equipo. Hashtag Markhyuck.           

— ¿Por qué no Dongmark?— dijo Haechan, frunciendo el ceño.        

— Porque soy mayor y voy primero porque nací primero.          

— Excusas, excusas.           

— Ixcisis, ixcisis.          

— Mark Lee, quiero golpearte.         

— Oh, vamos, pelea, que no tendré piedad, nene.  
       
— Nada de golpes— la puerta de la habitación se abrió y el doctor habló al ver a Mark con los puños al frente y dando puñetazos al aire, haciendo que este sintiera vergüenza, se ruborizara y bajara la vista, para risas y burlas del menor.

           — Nada de golpes— la puerta de la habitación se abrió y el doctor habló al ver a Mark con los puños al frente y dando puñetazos al aire, haciendo que este sintiera vergüenza, se ruborizara y bajara la vista, para risas y burlas del menor

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