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Por más que Mark dijo que se quedaría despierto toda la noche, en cuanto se cruzó de brazos sobre el borde de la camilla y apoyó su mejilla en estos se quedó dormido.

Haechan no se dio cuenta en un principio y cuando fue interrumpido en su relato sin importancia por un ronquido lo miró con ojos muy grandes de sorpresa.            

— ¿Mark? ¿Es en serio?              

Recibió un ronquido por respuesta.         
    
Haechan rió un poco y dejó caricias en el cabello de su novio, sintiendo que era bonito, y largo, pensó que quizás era algo muy simple para admirar, pero no podía evitarlo.              

— Eres lo mejor que me ha pasado en la vida, Mark— murmuró, viéndolo dormir, tan tranquilo y hermoso, casi como si fuera un bebé, porque sin dudas lo encontraba adorable con su mejilla aplastada, haciendo que su naricita se inclinara y un pliegue se formará en uno de sus ojitos, sus labios en un mohín—. Eres hermoso, te amo mucho, Makku.              

>> ¿Está mal que me ponga cursi contigo durmiendo?               

Haechan estaba sorprendido de que no se despertara, si bien habían dormido juntos muchas noches, y sabía que el mayor tenía el sueño pesado, no sabía qué tanto.            

Haechan bostezó, sintiéndose cansado y un extraño frío lo invadió, dándole un escalofrío.        
   
Con un suspiro, salió de la camilla para buscar la manta que estaba guardada en un pequeño mueble donde tenía sus pocas pertenencias, los regalos de Mark, un par de ramos de flores medios secos, lana y agujas, su cuaderno, y una muda de ropa para cuando salga de allí.               

Acomodó la manta sobre su camilla, procurando no taparle la cara a Mark y que su novio se asfixiara por la falta de oxígeno... Sí, quizás era paranoico, pero tenía ese miedo desde pequeño.             

Se volvió a acostar para dormir, un poco más abrigado, apagando la luz, se hizo bolita y sacó una mano para tomar la de Mark, le sonrió por última vez antes de dormirse.             

— Gracias por todo— murmuró.
             

Fueron varios días después, donde Mark, como siempre, fue hacia el hospital, había comprado un ramo de flores para Haechan, era pequeños y bastante simple, pero tenía unas lindas flores azules que llamaron su atención

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Fueron varios días después, donde Mark, como siempre, fue hacia el hospital, había comprado un ramo de flores para Haechan, era pequeños y bastante simple, pero tenía unas lindas flores azules que llamaron su atención.              

Caminó por los pasillos, saludando a las enfermeras que en algún momento lo habían atendido.          

Entró a la habitación de su Haechan, abriendo la puerta de par en par, ya tenía su sonrisa preparada cuando su ceño se frunció al notar la cama vacía y perfectamente tendida.             

Buscó por la habitación y se encontró con una enfermera que estaba guardando las pertenencias de su novio en una caja, junto a ella estaba un carrito con cosas de limpieza, que ya había utilizado y se notaba porque la habitación estaba como nueva.                 

Como si nadie hubiera estado allí.             

— ¿D-Disculpe? — la voz de Mark tembló un poco—. El paciente que estaba aquí, Lee Dong Hyuk... ¿Dónde está?           

La mujer iba a hablar pero cerró su boca y negó, poco convencida.             

— Lo siento, no sé nada— dijo—. Yo solo limpio las habitaciones, no puedo ayudarte, ve a preguntar a la recepción— añadió.               

Mark no se detuvo más tiempo, y si bien en un momento quiso disimular caminando rápido terminó corriendo hasta allá, mientras en su cabeza se repetía una y otra vez que no estaba pasando lo que realmente lo que estaba pensando.
              
Haechan no podría haberse ido, le hubieran avisado, alguien le hubiera dicho, lo hubieran llamado, muchas muchas cosas serían distintas.   
          
Al llegar a la recepción, se congeló, las palabras no salieron de su garganta y rompió en llanto, sus piernas comenzaron a temblar y comenzó a negar, terminó sentado en el suelo con el rostro entre sus rodillas mientras abrazaba sus piernas, y rogaba mientras recordaba el día anterior, donde también había pasado todo el tiempo con su chico bonito.
             
Esa no podría haber sido la última vez, necesitaba otra vez, otras veces, necesitaba más con el amor de su vida.             

Se sintió roto por dentro, y fueron largos minutos donde estuvo llorando sin consuelo alguno.                
Hasta que alguien se paró a su lado y suspiró de forma pesada.              

— Me dijeron que un niño estaba llorando en la recepción, ¿Eres tú?              

Alzó su vista con rapidez hacia Haechan, quien estaba con ropa normal, unos pantalones oscuros, una sudadera amplia y un gorro rosa con orejas de gato sobre su cabeza.              

— ¡Haechan! — Mark se levantó de un salto y lo abrazó con fuerza, y volvió a llorar en su hombro. 
          
— Hey, hey, nene tonto— Haechan habló con una risa— ¿Qué pasó?                

— M-Me as-susté.. — murmuró el pelinegro.      
    
— No me pueden dar el alta y yo ir a saludar a los médicos por dos minutos que ya te pones todo nervioso y lloras, te pondré un cascabel para saber a dónde estás así dejas de perderte y hacerme pasar vergüenza.             

— ¡Haechan~~! .... No me estás ayudando— se quejó el mayor, quién sorbió su nariz —. Cállate, dime que me amas y hazme mimos.            

El menor rió por lo tonto que se había puesto Mark, así que comenzó a dejar caricias en su espalda y en su cabello, mientras el pelinegro soltaba lo último de su llanto.           

Y Haechan se sintió realmente mal por él, porque no podía imaginar cómo se debió haber sentido un susto como ese, tonto, sí, como muchas cosas, pero que le hizo mal igual.             

Así que dejó besos en su mejilla y en sus labios para calmarse a su mismo de la ligera culpa que sentía por haber provocado eso, hasta que Mark en verdad comprendió que Haechan no se iría, y no sé iría nunca, a ningún lado.

Chemo - MarkhyuckDonde viven las historias. Descúbrelo ahora