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Tirado en su cama, escuchando música instrumental tremendamente triste, Mark miraba el techo, a la espera de que se cayera encima de una puta vez.

Sé sentía como la mierda, y todas las noticias que había recibido en ese día lo hacían sentir más y más mierda.

Su teléfono sonó por doceava vez, pero estaba a un metro y medio de él y le pareció demasiado lejos.

Fue a la décimo tercera vez que se cansó de que sonara y atendió, se fijó en el nombre de “Lee Dong Hyuk” en la pantalla.

—¿Qué quieres?

¿Por qué no estás en la sesión de quimio, Mark?— Haechan estaba más que enojado, furioso, y necesitaba descargarse con todos los insultos que conocía y dirigirlos a todos a la razón de su molestia.

—Decidí que iba a dejarlas… Es una pérdida de tiempo.

No, ¿Me escuchas Lee? Yo digo que no.

—No eres nadie para decirme que hacer.

Pues si, no lo soy, ¿Y qué? Te lo digo igual, imbécil. ¿Qué problema hay?

—¿Por qué me insultas?

Porque eres un maldito desgraciado, Lee, ¿Tengo razón?

Mark se mantuvo en silencio varios minutos.

—Pues sí.

Y si te quedas allí eres un perdedor, de los peores, Mark. Eres un perdedor pero de los que se rinden, idiota.

—¿Puedes parar?

No, no quiero, ya me tienes harto y ya empecé esta pelea— replicó Haechan, sin duda. estaba quedando como un loco frente a sus compañeros de quimio, que lo miraban con ojos muy abiertos—. Mark Lee, ¿Al menos no vas a venir a despedirte de mí? ¿De todos nosotros?

—Fue un gusto conocerte, Haechan.

Ven y despidete de mi cara a cara, mierda, ¿Qué ahora me tienes miedo, o qué? idiota— Escuchaba a su lindo chico de gorro apretar la mandíbula—. Ya sabes dónde estoy, ¿Qué mierda estás esperando?

Está bien.

Mark colgó, y pensando en él, se abrigó, y salió de su departamento para pedir un taxi hasta el hospital.

Bajo frente al edificio de aquel gran hospital,pasó hasta llegar a la sala de quimioterapia, dónde está vez, había dos personas más, una de las mujeres de antes y un hombre, y Hyuk; quien estaba de pie, de brazos cruzados en medio de la sala de quimio.

Su ceño estaba fruncido y sus ojos contenían lágrimas.

—¿Y ahora qué?— Preguntó, su gorro no estaba, acalorado por la furia se dejó solo puesto el suéter, su corto cabello color rosa estaba a la vista— ¿Por qué lo dejas? ¿Qué razón estúpida tienes esta vez?

Mark lo miró un momento, el chico estaba por llorar de molestia.

—Estoy cansado… Mucho, como nunca antes en mi vida, estoy cansado de todo y no quiero hacer nada. 

—¿Leiste los efectos secundarios de la quimio? 

Mark asintió.

—Depresión está entre esas cosas, Mark, pero no es excusa para abandonar.

—Y después… la mujer, la mujer que estaba aquí— señaló un asiento vacío—. No lo logró, ¿Y sabes qué es eso? un recordatorio de que nunca lo lograremos, ¿Por qué estar aquí de todas formas? 

—Porque tú no eres ella, nadie de aquí lo es, y nadie dice que no podemos salvo tu mismo Mark, te estás arrastrando sólo.

Mark sorbió su nariz, sintiendo las lágrimas.

—En mis últimas pruebas… Todo salió igual que cuando empecé con esto, nada cambió, y sólo me estoy sintiendo como la mierda para que al final resulte en nada, ¡Nada!

—¡La quimio funciona así!— Haechan estaba rojo de furia— ¡El que esté igual es una señal de que está actuando!— suspiró de forma pesada— Si fuera nada, seguiría creciendo, pero eso no ocurre; está igual que antes y luego empieza a reducirse, que da la casualidad que eso pasaría ahora. ¡Ahora! ¡Y vas a dejarlo ahora!

Mark lloriqueo, dejó que las lágrimas corrieran por sus mejillas porque no tenía fuerzas para limpiarlas, se sentía horriblemente vacío por dentro y supuestamente todo lo hacía esa quimioterapia. 

—H-hyuk...— murmuró su nombre, bajó su rostro con vergüenza.

El nombrado se acercó a él con pasos rápidos, tomó su rostro y juntó sus labios en un inesperado beso que dejó a sus compañeros de sesión y a la enfermeras que estaban viendo el alboroto boquiabiertos. 

Sus labios se movieron con seguridad sobre los de Mark, quien respondió, y con mucho gusto, recorriendo los carnosos labios de su chico favorito con ganas.

Al separarse había dejado de llorar.

—Ahora no querrás irte— murmuró Haechan, y claro que tenía razón. 

Chemo - MarkhyuckDonde viven las historias. Descúbrelo ahora