Capítulo 9: Elm Street.

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"No hay diferencia entre el cielo, el infierno y la tierra. Todos somos demonios. Todos ardemos"



16 de marzo, 1986.


Annie Kloss.


Está lejano, es borroso. Sin embargo, puedo detallar una luz blanca. Emana de algún lugar. ¿De cuál? ¿De dónde viene esa luz que se acerca poco a poco?

Toma una figura. Una silueta. Una silueta humana que va delineando algo más grande que su propio cuerpo. De pronto puedo entender que la luz viene de la parte de atrás de aquella silueta. Como si fuese... Fuese...

—Un ángel— despierto de golpe, siento la mirada fija del doctor Jobbs—Te haz quedado dormida en la parte más interesante.

—Culpe a los analgésicos—me remuevo y lanzo un bostezo. Nuevamente hay agujas atravesando mi piel con hematomas visibles.

—¿No crees en los ángeles?—me pregunta.

Adormilada, niego con un gesto soñoliento de cabeza.

—Sólo son un mito.

Deja de examinarme y toma asiento en la banca al lado de mi cama. Las náuseas me invaden, no deseo vomitar por décima vez este día. No soporto mi estómago, ni el sabor de la bilis en mi paladar.

—¿Por qué?

—Míreme—intento señalarme—Si existieran los ángeles, no habría cáncer. Quizá Dios es el verdadero infierno y quiere devolvernos toda la maldad que según le hicimos a la tierra.

—Pero es que los ángeles van más allá de la religión. De hecho, lo interesante es que no pertenecen a ninguna. Porque ellos mismos son su religión. Como una especie de legión donde no hay un Dios ni nada de eso. Sólo ángeles.

Reí muy bajito.

—¿Y cuáles son sus propósitos?

—Quizá, estar para nosotros.

—Qué propósito tan miserable—susurré. En tiempo récord tomé la cubeta antes de hacer un desastre y vomitar en todas partes. Mi garganta arde, y ya llegué al punto que solo expulso sangre.

El doctor Jobbs recogió mi cabello hasta que terminé.

—Pronto acabará—dice con seguridad.

—¿Mi vida, o el cáncer?

Me mira cautelosamente.

—¿Haz escuchado sobre la historia de Höusten?

Niego.

—Se dice que los ángeles tienen prohibido amar, no lo sienten ni siquiera. Una regla muy precisa y clara. Höusten era un demonio que alguna vez fue un ángel. Era tan rebelde que lo echaron de la Legión. Sólo se burlaba de las reglas. Höusten siguió su vida como un ángel reprimido, deambulando por la vida humana. Lo llamaban, "El demonio de las sombras". Un ser oscuro e imprudente. La única regla que no había roto, era la de no amar.

"Hasta que conoció a una mujer, una mujer al bordo de su vida. Depresiva, envuelta en una vida destructiva. Desde el primer momento, el demonio de las sombras sintió una conexión. Como si una parte de él, perteneciera a ella. Porque esa parte insistía en estar cerca de aquella mujer. Höusten no entendía, claro, nunca había sentido lo que, para ya al final de su vida, supo que era amor. En ese entonces sólo había oscuridad y frialdad dentro de su ser, y dentro de esa mujer, había un abismo directo al vacío eterno de la perdición. Él debía salvarla del abismo, y ella sacarlo de la oscuridad.

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