Capítulo 5: Take On Me.

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12 de marzo, 1986.


Atom Bates.


Bebí lo último, el sabor amargo cesó. Me había acostumbrado.

Miré hacia Sullivan, él parecía estar bien desde mi punto de vista. Su mano lleva una cajetilla de cigarrillos. Tiene la sonrisa de un niño que acaba de comprar dulces.

—Lo mejor de Philip Morris —saca uno, lo enciende y le da un jalón. Ahora su rostro dice lo contrario—Sabe asqueroso.

—¿Y para qué lo fumas? Hace daño —me encogí de hombros.

Una rubia de largo cabello pasó a mi lado, me guiñó el ojo. Lleva rato mirándome desde que llegué a esta, si se puede decir fiesta.

—Nos gusta lo que nos hace daño —hace un gesto con su mano y luego me apunta —Es algo que dirías tú.

Me extiende el cigarrillo, veo la ceniza caer y lo acepto.

—Tampoco haces mucho para decir no. Qué fácil eres, uh.

—Cállate —dije con el filtro entre mis labios—¿Dónde está Callum?

—Orinando, no puede ni con dos cervezas.

La misma rubia le regala también su atención a Sullivan, le da una sonrisa que él también le corresponde.

—A que no te acercas y le pides su nombre —le reté.

—No pasará mucho cuando venga y pida el mío— responde muy seguro.

—Sí, claro— lancé una risita entre dientes.

Pero como si predijera el futuro, tal como señaló, la rubia venía a nosotros. Directo a Hult. Fue instantáneo, le preguntó su nombre, se rio. Tocó su cabello mientras le echaba miradas, pero su coqueteo se vio acabado por el mismo castaño que no mostraba mínimo interés en querer hablar con ella después de todo.

—Tienes un don —halagué.

—Lo sé —se encogió de hombros —Pero no es de mi gusto.

—¿De tu gusto? No sabía que tenías gustos —le miré divertido.

—Si me gustara alguien, no sería ella.

—Mejor que no.

—Deja tu miedo, no nos van a encarcelar por hablar de esto —bebió de su vaso.

Al final de la casa, en medio de la oscuridad y las personas bailando, detallé una melena rojiza. Incluso llegó a llamar por completo mi atención ignorando que Hult me seguía hablando, aunque su voz parecía lejana. Pero la chica se giró. Ella no era quién yo creía.

—Imagina que puedes morir...—digo de repente.

Sullivan se calla y me lanza un gesto de extrañeza—¿Ah?

—Imagina que tus días están... Contados. Ya no tienes más tiempo y debes disfrutar cada segundo, vivirlo. ¿Qué harías?

—¿Hablas de qué haría por mis últimos días?

Asiento.

—No lo sé... Trataría de hacer cosas que me gusten, disfrutarlos. Vivirlos.

Reflexiono su respuesta y vuelvo a preguntar.

—Ahora imagina que conoces a alguien que tiene sus días contados... ¿Ayudarías a que disfrute sus últimos días?

Esta vez Hult toma sus segundos en analizar mi pregunta.

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