Capítulo 13: Retorcidos.

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24 de marzo, 1986.

Atom Bates.

He vivido en innumerables partes en todo mi tiempo de vida. Puedo acostumbrarme a cualquier idioma sin problema. De raíces el latín es el lenguaje nativo de la legión, desde la creación de todo.

Cada cien años nos asignan distintas partes del mundo, para variar y ser menos evidentes. Entre los ángeles, existe una leyenda que todo comenzó en una tierra a la que llamaron Noruega. Fueron las primeras personas a las que se les asignaron vigilantes, lo primeros en toda la humanidad. Y desde esas raíces, para mejor entendimiento, esos ángeles tuvieron que aprender el idioma de los noruegos, por ende, esto se volvió parte de nosotros. Mucho antes de que cualquier idioma tuviese que ser común para la legión.

Hablé dormido mientras Annie estaba conmigo, y ni siquiera sé que habré dicho.

Fue extraño, estaba soñando, quizá fue el efecto del alcohol. Pero no era un sueño, porque no se le apoda sueño cuando es algo terrible. Más bien fue una pesadilla. Annie estaba allí, nos besábamos, pero luego dejó de hacerlo, su respiración se detuvo, no reaccionaba y no pude hacer nada.

Fue frustrante.

Es frustrante.

El no poder y querer hacer.

Tomé la mesa más alejada, dejé mi peso sobre la silla y esperé.

—Puntual.

Espeté cuando al poco tiempo Georgie Stann se sentó a mi frente.

Extendió una sonrisa—Llegué antes que tú, sólo bebía un late adentro.

—Late.—repetí dentro de una risita—Tiempo sin verte.

—Al menos veinticinco años, yo diría que es un récord.

Cambia a un gesto divertido. Está vestido de traje casual, tratándose de él, es muy casual. Chaleco negro y camisa gris. Su cabello está estirado con fijador hacia atrás. El rubio ceniza resalta. Parece un joven hombre que está empezando los negocios.

—¿Cómo has estado?—pregunto.

—Nada fuera de lugar, lo mismo de siempre.

Lo oigo exhalar.

—Puedes hablar sin problemas—le hago saber. Mira a nuestro alrededor y asiente.

—Soy un vigilante, se supone que debo proteger a quién me asignen. Y lo hago, es lo que soy y debo ser. No un maldito psicópata.

Lo miro con recelo.

—¿Qué ha pasado?

Georgie actúa como criminal buscado por la justicia. Quizá actúa muy paranoico, mirando cada lado cuando va a decir algo.

—El ángel 230 tuvo un hijo. Nephilim, por supuesto. Beans Diurkë, el infeliz amigo de Evan me invita a la tarea sucia. Me dice, hey Georgie, sólo le daremos un saludo a Gabs. Un saludo.

Recalca esto moviendo lentamente la cabeza, asqueado.

Gabs es el 230 desterrado por incumplir una regla de la legión. Querer.

—Son amigos, ¿no?

—Sí, Georgie de hace tres días pensaba lo mismo. Así que, dije, ¿por qué no? Aunque está prohibido tener contacto con un rebelde, no me pareció extraño, porque carajo, formaban parte del mismo grupo. Sé que hacen cosas terribles, pero no pensé que de verdad sus intenciones fueran del carajo.

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