CAPÍTULO 8

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Estaba a punto de ser atrapado por una pesadilla.

Cuando hincó los dedos en su piel, arrastrándolo bajo él, le golpeó en la frente con la suya. Él rugió de cólera, hasta que él se retorció a un lado y dirigió el codo hacia su garganta. Mientras luchaba por respirar, tomó ventaja alejándose de él lo suficiente para patearle el pecho, empujándolo tambaleante.

¿Por qué un codazo directo a la garganta no le había roto el cuello? Lo había hecho antes con otros vampiros. ¿Por qué dudaba cuando la acción conllevaba hacerle daño? No lo volvería a hacer, pensó mientras saltaba sobre él, sacudiéndole la cara con el puño tan rápidamente que pareció un borrón. Se le partió el labio. Otros dos golpes en sucesión rápida. Pensó que le había roto el pómulo.

—Ahora ya no tendré piedad, —dijo él entre dientes, los ojos oscurecidos, la voz profunda resonando casi irreconocible. Le agarró el puño cuando lo golpeó de nuevo y apretó. Con la otra mano le arañó bajo la camisa, en el cuello, siseando con furia. Un relámpago descendió repentinamente. De algún modo logró atrapar el puño que tenía libre y giró sobre él, sujetándole ambas manos sobre la cabeza.

Justo cuando se tensaba para patearle directamente entre las piernas y lanzarle volando hacia delante, él gimió con desesperación, hundiéndole profundamente los dientes en el cuello. Se estremeció y gritó, su cuerpo debilitándose bajo el de él. Sus ojos se agrandaron por la conmoción mientras miraba los rayos que brillaban por encima de él. No le producía dolor.

Su mordisco le hacía entrar en éxtasis.

Él le mordió una y otra vez descendiendo por el cuello. Cada mordedura, cada vez que sus colmillos penetraban en su piel la sensación era similar al empuje de un hombre en su interior. Cada vez que los caninos abandonaban su piel era como una retirada lenta y controlada. El placer lo aturdía. Era una agonía exquisita.

Nunca había sido derrotado en una lucha cuerpo a cuerpo, nadie había sido lo suficientemente fuerte. Y JungKook sentía en su interior la profunda necesidad animal de un hombre poderoso como este que lo pudiera complacer, fascinar y vencer. Su mente se rebeló, recordándole lo qué él era. Había matado a los tres últimos que lo habían hecho sangrar y desear. ¿Por qué no a él? Había planeado torturarlo en esa mazmorra horrible, pensaba dominarlo con la cadena.

Pero su mordida... Hizo que su cuerpo exigiera, se humedeciera, se sintiera vacío sin él impulsándose apretadamente en su interior.

Por favor sé lo suficientemente fuerte... por favor... ¿Podría un hombre tomar el control por una vez en la vida? Por fin, de esta manera, él podría perder la posición dominante.

Cuando él le sujetó las muñecas con mano dura, arqueó la espalda con placer. Con la otra mano le desgarró la camisa desnudando su torso. Acarició, y entonces se desabrochó los vaqueros liberando su virilidad. Entre ambos se alzó una enorme erección con su pesado saco debajo.

Sus ojos se agrandaron y luchó de nuevo hincando los talones en el suelo para escabullirse. Demasiado grande para él. “Domarlo lentamente...” Eso es lo que había dicho.

Palmeó la parte superior de sus muslos, elevándole la pelvis. Con las manos sueltas, se incorporó y luchó con fiereza contra él, arañando, mordiendo y golpeando, pero fue inútil. Aún apretando los muslos utilizó los pulgares para abrir su entrada, entonces lo dirigió hacia su miembro. Gritando brutalmente, mientras él chillaba de dolor, enterró su grueso pene en su cuerpo hasta que lo tuvo en su interior pulsando profundamente.

Lo había hecho. Siempre se había murmurado que JungKook desearía al primer hombre que pudiera derrotarlo.

Acertaron. Le desafió y él fue mejor. Pensó que merecía reclamar el premio sin tener en cuenta las consecuencias.

El Señor de la Guerra || TaeKook AdapDonde viven las historias. Descúbrelo ahora