Cuaderno Nº1 Slade: En Redrock

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                                                              Slade

En Redrock

         Muchos consideraban a Slade como un hábil mago y por eso lo contrataban desde que era muy joven esperando que resolviera problemas de lo más extraños. Algunos lo conocían  como “Blade el negro”, “El matacriaturas”, “Mago de la noche” y muchos otros apodos tan o mas cursis que ésos. A él no le importaban los apodos, mientras no supieran quién era realmente, mantener su verdadero nombre en secreto resultaba vital para su profesión, conocer al mago es conocer sus debilidades, ésa era su regla número uno.

           Había estudiado en la escuela de magia de la Patagonia, primer escuela de nuestra era, y de todas las eras, por que antiguamente, la magia era algo tan común como aprender a hablar y no se hacía  necesario ir a la escuela para conocerla, claro que algunos eran elegidos especialmente para dominar sus complejos poderes y entonces se convertían en chamanes, médicos brujos o Machis. Para ello, debían pasar complejos y dolorosos entrenamientos, que en general entre los Mapuche, ocurría en cavernas o en lugares apartados de todo contacto con  los demás.             

         Como quizás ya se hayan imaginado, Slade se ganaba la vida enfrentando las criaturas mágicas invocadas por algún kalku[1] o emanadas de la tierra misma, por algún designio oscuro. Por cada monstruo, Slade exigía por supuesto, un pago proporcional al peligro que debía enfrentar,  esto lo  había llevado a que también fuera  apodado (despectivamente podría decirse) el "mago mercenario". A pesar de ello, Slade se sentía orgulloso del valor de su trabajo y de su modo de vida.

        Si bien todo esto lo venía desarrollando desde hacía varios años, últimamente sus servicios eran requeridos cada vez más seguido, debido a su fama, casi igual a la de su compañero de escuela y amigo de la infancia, el hechicero Nylon Mohan; pero también debido a que muchas fuerzas oscuras estaban apareciendo y varios países se habían visto obligados a crear agencias especiales para tratarlos. Lo malo de esto era que no tenían gente entrenada para el trabajo, así que las agencias eran un montón de policías miedosos que como mucho, podían atrapar duendes más o menos visibles. Fue así que, tanto Slade como Nylon, recibieron cada vez más misiones y como ambos eran un dúo insuperable cuando se trataba de vencer bestias gigantescas, olorosas o de más de una cabeza, muchas veces los contrataban juntos. En esas ocasiones, el trabajo se convertía en diversión (peligrosa, pero diversión al fin)

         Un día, Slade recibió la misión de vencer una gárgola[2] oculta en el castillo del poblado de Redrock,  llamado así por la temible bestia que lo habitaba (no es que la bestia fuera roja, sino que era roja la sangre de sus víctimas). El pueblo estaba en algún lugar apartado de Inglaterra, así que nuestro mago debería viajar desde Argentina hasta allí.

         Como solía hacer siempre que tenía que viajar, abordó su dragón mecánico mágico y emprendió el vuelo. Estaba adormeciéndose, mecido por el suave aleteo del dragón, cuando un sacudimiento lo sacó violentamente de su estado. Apenas pudo agarrarse del asiento que estaba en el vientre de la bestia, miró por el cristal ovalado situado en uno de los costados y observó con preocupación una densa masa negra que escupía rayos, centellas y fundamentalmente, horror. Slade alzó sus manos acariciando el aire para comunicarle a su bestia un cambio de ruta, pero observando por el cristal del frente, no tenía una perspectiva mejor para viajar, así que apretó las nalgas y eligió el camino más corto fuera como fuese. Si había que sufrir y arriesgarse, que fuera por el menor tiempo posible.   

         

          Atravesar el océano se hizo una odisea interminable, el dragón luchaba contra el viento asesino cuyas garras lo atrapaban y soltaban como a una pelota de básquet, a duras penas conservaba cierta dirección el pobre. En su vientre, Slade con la tez gris verdosa, había decidido atarse mágicamente al asiento, cansado de evitar caerse. Las nubes negras seguían multiplicándose en el horizonte y los rayos ampliaban sus raíces azules cubriéndolo todo en un espectáculo maravilloso y espeluznante. Sin poder predecirlo, una de esas raíces eléctricas atrapó al dragón dándole un latigazo de muerte que lo dejó atontado una eternidad de minutos. Slade, abrió manualmente las alas para planear con ellas usando las ráfagas enloquecidas, pero era mejor navegante que piloto, así que cayó casi en picada hasta rozar las olas del océano, momento en que el dragón recuperó su conciencia y el dominio del vuelo. Allí abajo, Slade comprobó que la tormenta era mucho menos fuerte que en las alturas, así que decidió arriesgarse a que lo viera algún barco solitario con tal de no regresar a las nubes asesinas. En esta nueva ruta  llovía como el día del juicio final y las olas alzaban sus palmas verdes propinando cachetadas en cada rincón de la bestia, pero comparado con los rayos, era apenas una caricia.

Cuadernos de Tava'i y Slade el mago mercenario.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora