Cuaderno de Tava'i Nº1: Tava'i

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Tava'i[1]

Primer año

Diciembre a Marzo. Amancay.

       

         Cuando estaba por cumplir los 14 años, en mi casa habíamos quedado seis hermanas, la mayor ya estaba casada y  la de 24, por fin había conseguido un novio lo suficientemente tonto como para casarse con ella. Muy pronto seríamos nada más que cinco.

         Lo bueno de ello era el espacio, con la casa tan pequeña, las tres habitaciones estaban atestadas. Muy pronto tendría habitación para mí sola por que mis hermanas mayores eran miedosas, muchas noches escuchaban ruidos debajo de sus camas, y hasta decían que veían a un pequeño hombrecillo gordo y de mirada pícara, pinchándoles el trasero cuando empezaban a quedarse dormidas. Yo, sin mucha preocupación, levantaba las cobijas, miraba debajo de las camas y gritaba: "Okápe Mbai" "Okápe Mbaí" así los ruidos y pinchazos se terminaban. Confieso que una noche de mucho calor alcancé a ver una especie de cabeza blanca escapando por la ventana; creo que era  el gato, pero lo raro es que el gato se había olvidado una púa hecha de tacuara.

         Volviendo al tema del casamiento, lo malo (siempre hay algo malo) era que, después del casamiento, mi mamá (y mi papá, cuando mi vieja le llenara bastante la cabeza) tendría  tiempo suficiente para ocuparse de mí, "la terrible benjamina" como me llamaba mi abuela.

         No es que fuera verdaderamente terrible, es que se me pegaban los problemas. Si alguien peleaba, yo buscaba la forma de ayudar separándolos. Pero cuando la maestra aparecía, siempre me pescaba tomando a uno de los contrincantes por el cuello y a los demás chicos en fuga. En consecuencia ¡terminaba suspendida o con una citación para mi mamá! Cuando jugábamos al fútbol en el baldío de la esquina de casa, y la pelota escapaba por un puntapié rompiendo un vidrio, era yo la que me quedaba sola en la cancha  con la pelota en la mano. Además, la mala suerte me perseguía irremediablemente. Una vez, en una excursión, un chico me había molestado sin parar, pero yo, obedeciendo los "sabios consejos" de mi mamá, lo había ignorado. Amancay cara de caimán, y yo nada, Amancay, vení p'acay" todos reían y yo, naada; Amancay no la aguanta nay, y todos lloraban de risa, yo, como una estatua. Pero al final, fue mas allá de lo aguantable: "El más machito: Amancay" corrí hasta él, lo empujé con fuerza al arroyo, sin percatarme de que... era el maestro de gimnasia, tan petiso y despeinado como mi compañero. Esa fue la segunda vez que me expulsaron.

         Esos pequeños "accidentes" me llevaron a repetir dos veces el año y terminé con trece años de edad, en sexto año. Ya no quedaban escuelas para cambiarme, en mi pueblo había tres y ya me habían expulsado de  dos de ellas, y en la tercera... me la tenían jurada.

         Mis viejos me daban muchos consejos, pero creo que ya estaban cansados de hablar, darme castigos, o someterme a una contundente guerra de hielo. Creo que ellos esperaban otra cosa de mí, me habían puesto el nombre de una flor y yo era... flor de problema.

         Una tarde, noté que un hombre de unos treinta años observaba las clases de gimnasia, los partidos de fútbol y hasta fue a pescar al mismo río que los muchachos y yo. Al principio pensé que se trataría de algún loco, eso me asustó, después pensé que estaría enamorado de mí, entonces lo observé mejor: su cabello algo largo y despeinado me hacía pensar en un cantante de cumbia, su ropa deportiva dejaba ver que tenía bastantes músculos. ¡No estaba tan mal! ¡Es más, creo que no tendría más de veintitrés o veinticuatro años!  Pero, cuando estaba preocupándome un poco por mi apariencia y haciendo feliz a mi mamá ¡se apareció  en la escuela y habló con la directora! Ella estaba muy contenta.

Cuadernos de Tava'i y Slade el mago mercenario.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora