Cuadernos de Tava'i Nº9: El libro de los enigmas muy bien escondido

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1er año

Noviembre-Diciembre. Mario

La búsqueda de Amancay había sido ardua, y aunque el rescate era un secreto, todo el grupo de amigos sabíamos los pormenores. Lamenté habérmelo perdido, aunque quizás había sido mejor así, porque esa aventura, sumada a la presencia de una insidiosa inspectora obsesionada en revisar cada aula, cada actividad, cada papel y planificación de clase de los Yechilkan, había atenazando el ánimo de todos. Ese fin de semana por la tarde, cuando los chicos que vivían cerca ya estaban en sus casas, los profesores aún se veían tensos, y los chicos nos sentíamos muy cansados.

Luego de su aventura solitaria, Amancay era para todos la portadora de la peste, salvo para Caterine, fiel como perro faldero. A la hora de la cena, Amancay estaba enfurruñada, mirando el fondo del plato mientras Caterine hablaba sin parar. En otra mesa estaba el resto del grupo, riendo de las últimas locuras de Pedro. Quiroga y Facundo trataban de sembrarle a Pedro la idea de salir a los campos a buscar a los Komalta Lek , esos enanos mineros que guardaban tesoros increíbles, pero a Pedro le interesaban más las bromas que las aventuras.

A eso de las once, Irupé dijo que tenía que terminar un trabajo sobre los seres mitológicos del noroeste, así que salió antes que los demás. Entre nosotros la charla estaba decayendo y hasta Pedro estaba perdiendo su chispa humorística. Los chicos de otros años estaban retirándose a sus habitaciones, aún así, Quiroga y Facundo seguían intentando convencer a alguien de iniciar una gran aventura, pero el desinterés general estaba a punto de mandarlos a dormir.

A los pocos minutos de retirarse, Irupé regresó sobre sus pasos. Se veía agitada.

-Chicos, ¿Creen que los Yechilkan ya estarán durmiendo? -preguntó cuando llegó hasta nosotros.

-No lo creo, deben estar en la sala de los Yechilkan ¿Te fijaste? -dije.

-¿Qué pasa? -preguntó Pedro -En esta escuela los fantasmas son de lo más común ¡eh! Alhué anda de aquí para allá como Doña Rosa en supermercado -agregó.

-¡No! -dijo Irupé un poco exasperada.

-¿Qué? ¿Qué pasa? -pregunté.

-Estuve buscando algo para el trabajo del viernes y cuando miré la vitrina del Libro de los enigmas, no lo encontré, quiero saber si le sacaron. Pero no pude ver a ninguno de los Yechilkanes -, explicó Irupé.

-¿Te fijaste en la...? -quise preguntar.

-¡No Mario, no está, no está! Tampoco Camilo, ni Laura, ni Belén... -me dijo Irupé asustada.

-Es extraño, preguntémosle a Cuqui -, propuso Facundo.

En un movimiento perfectamente sincronizado, todos nos pusimos en marcha hacia la larga mesa frente a la cocina, donde siempre andaba Cuqui. Un olor a cebolla frita salía de la cocina. Afortunadamente, todavía no había ido a dormir.

Pedro, poniéndole un poco de dramatismo a la escena, tomó una taza de loza y la golpeó contra la mesa -¡Cantinero, sírvanos otra! -gritó fingiendo una pesada borrachera.

Cuqui no se hizo esperar, riendo por la ocurrencia de Pedro, asomó su cabeza por la puerta -La cocina está cerrada, deberán ir a otra taberna a beber -bromeó.

-¿Sabés algo acerca del libro de enigmas? -preguntó Irupé sin preámbulos.

-Sí, está en la...

-No está... -explicó Irupé. Palabras que esfumaron la sonrisa de Cuqui, le volvió el rostro de piedra y le produjo unos surcos oscuros entre la nariz y la boca.

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⏰ Última actualización: Jan 09, 2016 ⏰

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