Cuaderno Nº 4 Slade: El astuto y el ingenuo

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Slade

El astuto y el ingenuo

Hacía unos mil años, según decían los libros de la biblioteca de Asgardia, los pueblerinos de dicha ciudad, mientras lloraban la muerte de su señor, habían convocado a un gran hechicero para pedirle una solución al gran daño que causaba la maldición de una ondina[1]. Luego de tres días de meditación, el hechicero decidió arrojarle una maldición a la seductora bestia, pero se encontró con que no sólo se trataba de una, sino de un pueblo entero de ellas y muy parecidas entre sí, así que no había modo de identificar a la culpable. Como no podía fallarle al pueblo en su promesa, decidió arrojarle un conjuro a todas ellas.

No fue un conjuro particularmente espectacular ya que consistía en que si alguien las tocaba, desaparecía de allí, apareciendo a miles de kilómetros. La verdad es que fue modo eficiente de impedir un nuevo romance entre una ondina y un humano y así evitar que un nuevo señor cayera enamorado en las garras de tan peligrosas hembras. Con el tiempo, las ondinas aprendieron a enviar a sus víctimas a los lugares que ellas elegían, lo cual implicaba una tibia diversión.

Durante siglos esto siguió siendo así, estas criaturas siguieron viviendo en las aguas sin causar ningún daño, excepto la maldición que hacía aparecer personas desprevenidas a miles de kilómetros del sitio cuando las tocaban. Pero, con la nueva afluencia de turistas, al pueblo de Asgardia esa particularidad comenzó a traerles problemas, ya que, los tontos curiosos de los que nunca faltan, se acercaban a las ondinas para ver qué eran y las tocaban. Esa enfermedad (ser un tonto curioso) está comprobado que se agrava con los carteles que dicen: "No tocar a las ondinas".

Como atenuante de la enfermedad de ser un tonto curioso, podríamos mencionar la gran belleza y movimientos seductores que caracterizaban a las ondinas, algo que cautivaba a hombres y también mujeres, quizás deseosas de capturar el secreto de la seducción.

En el presente siglo, el gran hechicero que le recomendaron al gobernador para para resolver el problema fue, como imaginarán, Slade

Nuestro héroe, recibió la misión después de haber pasado un mes entero dando clases en la escuela de magia de España, dándose el gusto de enseñar algunos conjuros "a la americana" como llamaban los europeos a los conjuros que se convocaban sin varita.

La misión no parecía muy difícil, ya que las ondinas no podrían hacer ningún daño y Slade no sería tan tonto como para tocarlas.Después de las despedidas de rigor, el mago mercenario salió rumbo a Asgardia tan sólo con una cantimplora de agua y un manojo de panes, ya que pensó que la misión sería tan sencilla que no necesitaría nada más que sus manos, para lanzar los hechizos más simples que existían. Conjuró un caballo alado (inspirándose en una película que había visto en el cine, y luciendo sus habilidades para improvisar hechizos) y salió volando hacia Asgardia.

Una vez allí, Slade comenzó a caminar a través de las calles importantes de la ciudad. Era un pueblo tranquilo, típico de las afueras de cualquier zona rural de Suecia. Mirando las montañas y especialmente el mar, recordó su tierra natal y deseó con fuerza poder volver muy pronto.

Mientras recordaba su tierra con melancolía, algo le llamó la atención: en el muro de un molino de gran altura estaba pegado un cartel en el que ofrecían recompensa por la cabeza de alguien, en su parte inferior se encontraba la foto del buscado. Slade se fijó en ese cabello negro y sedoso, en la figura flaca y con larga capa...¡Sí! ¡Slade reconocía esas características de algún lado! Pero no recordaba de dónde...aunque se parecía a...

Al ver que Slade estaba concentrado mirando el cartel, un niño se interpuso entre la pared y él, esto le causó extrañeza, pero no sabía hablar el dialecto de la zona así que no entendió nada de lo que el niño le explicó. Slade optó por continuar su camino, pero, cuando había llegado al centro del pueblo, unas pesadas cadenas cayeron de los edificios, apresándolo.

-¡Aha! -gritó un hombre acercándose -¡Al fin logramos apresar a Blade el negro!

-¿Qué? -preguntó Slade, asombrado.

-¿No te parece que algunos enemigos tuyos pagarían millones por verte muerto? -Preguntó el hombre con una maliciosa sonrisa -. Todo nuestro pueblo se unió para matarte y cobrar la recompensa. Era obvio que no traerías ninguna clase de arma mortal, apuesto que pensabas que sería demasiado fácil matar a un grupo de ondinas. En realidad, las ondinas no nos molestan en absoluto, es más, las ondinas se aliaron con nosotros para transportarte al único lugar del que no puedes escapar: el centro de un volcán.

-¿Qué? ¿cómo? ¿quién? -preguntó Slade aturdido por tanta información desagradable. -¡No pueden hacer eso! -agregó al ver que las ondinas se le estaban acercando.

-¡Claro que podemos! -le respondió una de las ondinas.

-No, no pueden -, dijo Slade tranquilamente mientras pensaba en un hechizo suficientemente poderoso como para vencerlos a todos, entonces susurró dos palabras, y se transportó mágicamente a su hogar, a salvo del peligro.

Mientras observaba con emoción sus queridas montañas patagónicas, Slade pensó: "Nunca hay que confiarse del todo, especialmente si las cosas parecen muy sencillas." "Además, hay que tener cuidado con lo que se desea, puede que no salga exactamente como querías". Y entonces se imaginó al pueblo de Asgardia y a las ondinas, mirando asombrados el sitio donde hacía sólo un momento había estado su prisionero, y se echó a reír.



[1] Ondina: ser mitológico de la tradición germánico-escandinava, estos seres custodian las aguas y se consideran ninfas de extrema belleza, una de ellas se enamoró de un señor y se casó con él. Con el tiempo su marido se aburrió de ella y comenzó a engañarla. Cuando la ondina descubrió lo que ocurría, arrojó una maldición a su marido, que consistía en que éste sólo podría respirar si estaba despierto, apenas dormido, esto no sucedería y moriría.

Cuadernos de Tava'i y Slade el mago mercenario.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora