Cuaderno de Tava'i Nº4: Buscando la suerte

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1er año

Mayo. Quiroga (Toribio Pantaleón... pero no lo vayan a decir en voz alta)

         El invierno  de nuestro primer año en la Granja Educativa Tava’i venía bastante frío. Cada vez que el entrenador nos sacaba al patio a practicar defensa personal o algún deporte como fútbol o voley, teníamos que pasar al menos cuarenta y cinco minutos corriendo y ejercitándonos sólo para calentar los músculos. Cuando llegaba la hora de competir, estábamos agitados y cansados. Para colmo, el duro yechilkan no suspendía las clases aunque nevara, y si bien era divertido resbalar en el patio nevado, las manos agarrotadas y rojas, no decían lo mismo.

         Todo empezó después de un partido, creo que fue en ese momento cuando Mario, el peor jugador que nunca había visto, cayó en la cuenta de lo malo que era y decidió que era hora de hacer algo. Anduvo entrevistando a los alumnos más avanzados para encontrar una solución, la mayoría lo ignoró, pero finalmente Alejandro, el benjamín del grupo del último nivel, escuchó sus preguntas.

         Mario estaba interesado en el manejo de objetos de diversa forma, manipular objetos en movimiento y transformarlos. Alejandro, sabía que algunos de esos conjuros sólo podían ser enseñados a aquellos que habían resuelto el cuarto enigma. Aún así, supuso que no haría ningún mal dándole tres o cuatro indicaciones para que el propio Mario pudiera descubrir la forma de lograr su cometido.

         Mario se fue un poco decepcionado con lo que había conseguido averiguar, pero adivinando que sería lo máximo que lograría, comenzó a poner en práctica las indicaciones.

         Así, Mario desapareció de todos los juegos y actividades recreativas, y los fines de semana, cuando los chicos que eran de la zona, volvían a sus casas, Mario dejó de estar disponible para hacer tareas con los pocos que quedábamos en la granja. Su compañero de habitación decía que estaba siempre encerrado estudiando o haciendo ejercicios en el patio. Pasó al menos un mes hasta que una tarde, Mario se ofreció para jugar un partido de fútbol, lo que nos dejó anonadados por que siempre prefería ser el que guardaba los elementos de la clase de gimnasia, en lugar de participar.

         Antes de empezar, observé que le daba tres golpecitos a cada zapatilla, supuse que quería quitarle la tierra o el talco que tenían.  Como me había tocado jugar en el mismo equipo que él, decidimos colocarlo en el arco. El partido comenzó normal, llevábamos cierta ventaja por que la pelota la manteníamos en el área contraria, entonces Lucas, el más chiquito del grupo de primero (tenía ocho años) hizo una jugada rápida: se escurrió por entre los jugadores de nuestro equipo y avanzó amenazante hacia nuestro arco. Todos temblamos, el chiquitín parecía Maradona en el mundial de Méjico, y Mario...

         Pero Mario, en un arranque de torpe valentía, salió del arco para enfrentar a Lucas y de ser posible, quitarle la pelota. Instintivamente gritamos ¡¡NOOOO!!, pero ya era tarde. En una jugada  terriblemente sorpresiva e intrépida, Mario aventajó a Lucas, le quitó hábilmente la pelota y avanzó alejándose de su arco. Creo que transpiramos como si estuviéramos en el Sahara, y veloces como ardillas, todos bajamos al área. Mario pegó un puntapié muy certero a la pelota y se la pasó a Pedro, él no se esperaba tanta habilidad así que colocó su cuerpo en una posición inestable, la pelota le rebotó en el hombro y...

         Gol en contra.

         Por suerte para Mario, los yechilkanes aún no nos habían enseñado conjuros para el mal de ojo (para eso había que haber resuelto el cuarto enigma) por que de lo contrario, lo habríamos transformado en pavo.

Cuadernos de Tava'i y Slade el mago mercenario.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora