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la nieve escarchada desciende sobre tokio como una manta durante la fría noche, y tú abres los ojos soñolienta para observar el paisaje urbano desde tu ventana.
intentas acurrucarte más entre las suaves cobijas, sintiendo cómo se adapta a tu lado. aún dormido, él se gira para arrimarse a tu pecho. te vuelves para mirarlo y le dejas un pequeño beso en la mejilla cuando abre los ojos lentamente, parpadeando a la luz del sol que empieza a filtrarse.
suga emite un suave gemido antes de cerrar nuevamente los ojos y susurrarte.
"¿y eso por qué, amor...? una sonrisa adorna tus labios mientras respondes. "eso..." dices, besando su mandíbula. "es para levantarte, tonto." sin embargo, él se cubre la cabeza con la manta, murmurando.
— mmm... eso no funcionará. además, es sábado. vamos a dormir hasta tarde.
estás a punto de decir algo realmente gracioso, pero ves el lento subir y bajar de su pecho y te das cuenta de que ha vuelto a dormir fácilmente. poniendo los ojos en blanco, te levantas silenciosamente de la cama y te diriges hacia la cocina, con la intención de preparar café.
normalmente, sugawara es quien se levanta y hace todo eso por ti, pero después de una larga y agotadora semana, quieres ser tú quien lo consienta.
sin embargo, es algo inusual que no dura mucho, pues suga es, sin duda, la persona más mañanera que existe.
mientras calientas la estufa, sientes el calor de su cabeza en tu hombro mientras alcanzas unos huevos. "¿hey, qué haces?" tararea contra tu cuello, dejando pequeños besos en tu clavícula. tratas de ignorarlo lo mejor que puedes, pero es tarde, ya sientes el rubor en tus mejillas.
él no deja escapar la oportunidad y continúa su dramático rastro de besos hasta tu mandíbula.
— vamos... regresemos a la cama...
se acerca un poco más a tu rostro y apaga el fuego, mientras tú actúas con molestia, inclinándote para encender el quemador de nuevo. pero suga toma tu mano en su lugar, con sus ojos suavemente cerrados cuando se aproxima a tus labios.
el beso es esponjoso y agradable, pero sabes que hay algo más detrás de esa dulzura, algo que conoces bien. cuando te separas de él, te recoge en sus brazos y te lleva por el pasillo de regreso a la habitación.
no dices nada esta vez, simplemente envuelves tus piernas alrededor de su cintura y dejas que tus manos se enreden en su cabello. quizás dormir hasta tarde no sea tan malo después de todo.
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