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Bueno, vamos

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- Vas a tener que disimular más, Amelia – se dijo a sí misma – se te empieza a notar más de la cuenta – terminó de decir en un suspiro. Echó un último vistazo a la foto, decidió que esa sería el fondo de pantalla que usaría a partir de ahora y, tras un suspiro más prolongado de lo normal, se levantó del sofá para darse una ducha y meterse en la cama, sabiendo que, hasta no recibir el mensaje de Luisita desde su casa, no lograría conciliar el sueño.

Lunes.

Llevaba toda la mañana esperando que Amelia apareciera en su despacho. Incluso se había pasado más tiempo del habitual observando  el entreno. Se había obligado a sí misma a volver al trabajo y había conseguido distraerse lo suficiente como para no pensar demasiado en el por qué de su estado.

- ¿Se puede? – preguntó Amelia desde la puerta.

- ¿Y desde cuándo pides tú permiso para entrar en mi oficina? – le devolvió la pregunta una sonriente Luisita que dejó todo lo que estaba haciendo – pasa anda.

- ¿Qué tal tu día? – preguntó acercándose y dejando frente a ella un café.

- Largo, aburrido y pesado – contestó con una sonrisa - ¿Tú que tal? ¿Cómo te fue el fin de semana? – preguntó prestándole toda la atención posible.

- Pues bien – se encogió de hombros – la verdad es que bastante tranquilo – he estado descansando y salí un rato el sábado por la tarde – apuntó y Luisita se quedó esperando algo más - ¿Qué tal fue el cumpleaños de Cata?

- Ehh… muy bien – contestó un tanto extraña – estuvo muy bien , en el asturiano, la familia y algún amigo ya sabes – afirmó – te podrías haber venido.

- No sé, Luisita, era algo familiar – dijo a modo de disculpa.

- Bueno – no insistió - ¿Y hoy qué haces? Porque había pensado que podríamos ir al retiro y, no sé, charlar tranquilamente.

- Ya…. Esta tarde no puedo – contestó – he quedado con una amiga.

- Ah, con una amiga, ya. .. – miró hacia abajo y luego volvió la vista a ella - ¿Una amiga del equipo?

- No, no, no tiene nada que ver con el fútbol – continuó – solo vamos a tomar un café y…

- Sí, claro, si tampoco me tienes que dar explicaciones – cortó – pues entonces lo dejamos para otro día – continuó sacando una sonrisa – pásalo bien.

- Sí, me voy que Sandra quería hablar con la plantilla antes de irnos – se levantó de su silla.

- Claro, hasta luego – se despidió y se quedó algo aturdida por la sensación de incomodidad que se había instaurado entre las dos.

Miércoles.

- Mira que eres pesada, Luisita – decía María a su lado mientras ambas iban camino de casa - ¿Por qué no la llamas y ya?

- María ¿no me escuchas? – contestó con cierta indignación – que la he llamado y he mandado mensajes, que he intentado quedar con ella y siempre tiene una excusa, que no sé qué le pasa peor algo le pasa.

- Yo creo que estás haciendo un desierto de un grano de arena – siguió con paciencia su hermana – que lo mismo está cansada de los entrenamientos o estaba ocupada, yo que sé.

- Mira, ¿ves? – le enseñó el teléfono frenando los pasos de su hermana – le digo de quedar mañana y me dice que mañana imposible, que mejor el viernes.

- Pues ya está, Luisi, el viernes, si te lo ha dicho – le intentó hacer ver la obviedad.

- ¿Y por qué no el jueves? A ver ¿Por qué el jueves es “imposible”? Que no lo entiendo.

- Pues chica porque la gente tiene una vida y tendrá algo que hacer – continuó como si fuera lo más normal del mundo.

- Que no, que está rara, que esto antes no me lo hacía – insistió la rubia – que esto ha sido de la noche a la mañana, que te digo yo, María que está súper rara conmigo.

- Yo creo que tú estás un poquito paranoica – contestó la mayor – pero vamos que si tan rara crees que está, ¿por qué no se lo preguntas directamente?

- Ya, claro, como que me lo va a decir – dijo seria – me va a decir que no le pasa nada y que son imaginaciones mías.

- Pues ya está, Luisi.

- ¡Pero es que sí le pasa algo! – protestó de nuevo.

- Madre mía, hija que has entrado en bucle y de ahí no sales ¡Eh! – miró al frente – mira, ir ahí viene, pregúntale.

Luisita giró la cabeza y miró hacia donde señalaba su hermana. Efectivamente, Amelia venía hacia su posición sin haberlas visto aún. Parecía de lo más entretenida charlamos y riendo con una chica que, a su lado, gesticulaba mientras hablaba.

- ¿Y esa quién es? – preguntó la rubia a quien, de pronto, se le había agriado el humor.

- No lo sé, pero ahora lo sabremos – se giró levemente – hola Amelia.

- Hola chicas – dijo mirándolas a ambas y a Luisita le pareció que se ponía nerviosa - ¿Qué tal?

- Nosotras bien – continuó María – íbamos ahora al Asturiano que nos está esperando mi padre – señaló el bar.

- Ah muy bien – Amelia miró a Luisita que apenas la había mirado – eh… bueno ella es Laura, una amiga – presentó a la chica a su lado.

- Hola, Laura, encantada – saludo la mayor de las Gómez – yo soy María y ella es Luisita – miró a su hermana que parecía en otro mundo – Luisi, saluda – ordenó entre dientes.

- Ah, perdón, soy Luisita, encantada – contestó extendiendo su mano para estrecharla con la morena que acompañaba a la futbolista.

- Encantada también, Amelia me ha habla mucho de ti – Amelia miró al suelo – bueno y de María también – miró a la morena.

- ¿Ah sí? Pues venga, os venís con nosotras al Asturiano y me cuentas todo eso que dice Amelia de nosotras – soltó María para asombro de todas, sobre todo de su hermana.

- No es que no podemos, que llegamos tarde al cine – frenó Amelia a la mayor de las Gómez.

- Buenos pues vais otro Díaz si será por días para ir al cine – insistió María.

- Ya pero es que está peli solo la dan hoy – continuó al futbolista – es un especial de cine italiano y está película en concreto solo la van a proyectar una vez.

- No sabía que te gustaba el cine italiano – murmuró la rubia que se había mantenido en silencio todo el tiempo.

- ¿A qué no le pega nada? – dijo de manera simpática la acompañante de la futbolista – yo tampoco me lo creía ayer cuando lo estuvimos hablando, pero es toda una entendida del cine y no solo del comercial que sabe un montón, sino del europeo, del indie, estuvimos hablando toda la tarde ayer.

- ¡Qué bien, qué divertido! – soltó algo irónica la rubia – bueno pues que os lo paséis bien en el cine italiano ese, nosotras nos tenemos que ir, adiós. – y dicho y sin esperar a su hermana, retomó el camino al Asturiano.

Jueves.

- ¡Anda! ¿Y tú qué haces aquí? – dijo una María sorprendida de ver a Luisita llegar a la barra del Kings.

- Pues nada que… que….

- Que por teléfono te he dicho que Amelia estaba aquí y has decidido venir porque te mueres por verla – soltó para sorpresa de la rubia.

- No, he venido porque es que no entiendo que me dijera que le era imposible quedar conmigo hoy y ahora está aquí en el bar de mi hermana – protestó – es que ya podría haberme dicho algo ,no sé se supone que somos amigas.

- Pero habéis quedado mañana ¿no? – inquirió.

- Sí, para comer, ¿Y?

- Pues que no te da de lado, que habéis quedado – le mostró lo evidente.

- No lo entiendes, es igual – hizo un gesto con la mano y miró a su alrededor.

- Ya, Luisi, yo creo que,

- ¿Dónde está? – preguntó echándo un vistazo rápido a la sala.

- Está en el baño, y no está sola, Luisita – señaló una de las mesas más apartadas donde, Laura esperaba dando un sorbo a su copa.

- ¿Otra vez con esa? – preguntó haciendo un gesto de desagrado - ¿Qué pasa que ahora me va a dar de lado por esa que acaba de conocer?

- No creo que te deje de lado, Luisita, es que creo que necesitan tiempo a solas – intentó ser lo más sutil que pudo.

- ¿Solas para qué?

- Pues… para conocerse y, yo que sé, creo que pueden tener algo.

- ¡Lo que me faltaba! que me deja tirada por un ligue – protestó – pues vaya amiga.

- Es que no creo que sea solo un ligue – dijo al ver a Amelia volver a la sala y sentándose junto a Laura sonreía con algo que decía.

- ¿Crees que ellas….? – y no terminó la frase porque de repente el mundo entero se le vino encima. Amelia con una chica con la que, como bien dijo su hermana, crear un vínculo más allá de una noche de sexo esporádico.

- Luisi… - susurro con cautela al ver el rostro de su hermana y leer en él, todo lo que la rubia estaba sonriendo.

- Soy una tonta – pronunció – me voy a ir… no quiero que me vea.

- Luisita, cariño espera – intentó frenar su hermana pero no lo logro. La rubia ya salía del local con una maraña enorme de sentimientos presionando su alma.

Desde su posición, Amelia vio salir a la rubia y automáticamente miró a María quién le quitó importancia. Sospechó que habría ido a darle algo a su hermana, pero entonces ¿Por qué ni tan siquiera le había saludado? ¿Y por qué parecía tan angustiada al irse? En otro momento no habría dudado en ir tras ella, estar con ella y quitarle con bromas cualquier preocupación. Pero necesitaba no hacerlo, necesitaba tomar algo de distancia con la rubia porque empezaba a hacerle daño saber que Luisita jamás sentiría por ella lo que ella sentía por la rubia.

Cuando Laura llamó de nuevo su atención, ella volvió la vista a su acompañante y sonrió intentando no pensar demasiado. Había decidido darse la oportunidad de conocer a más gente y eso estaba haciendo. Tenía que guardar, mitigar e incluso apagar lo que sentía por la rubia porque no quería volver a sufrir lo que sufrió con su ex y que tanto le había costado superar. Así que, sonrió a la morena a su lado y le dio un trago a su refresco prestando atención a lo que le decía.

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