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Buenas madrugadas....

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Hoy, sin embargo, el escenario había cambiado. Luisita no solo la había escuchado, sino que se había comprometido a pensarlo. Algo había cambiado en la rubia y ese algo, llevaba el nombre de Amelia Ledesma y el amor que sentía por ella.

Del partido contra el Sevilla sabía que habían quedado 2 a 2, que dos jugadoras del equipo habían tenido que ser sustituidas por lesiones y que Amelia no había marcado ninguno de los dos goles. No se había parado a saber más del encuentro, ni siquiera había hecho caso a los leves comentarios que habían estado haciendo sus compañeros durante toda la mañana. Hasta que le había tocado hacer análisis de todo el partido mientras que la plantilla regresaba a Madrid, fue entonces, cuando no tuvo más remedio que prestarle atención al encuentro.

Llevaba diez minutos de partido y todo sucedía con normalidad. El equipo estaba sólido en defensa y ya había generado alguna que otra ocasión de gol sin llegar a cambiar el marcador.

Luisita anotaba, en una libreta, algún que otro minuto del partido para volver a él y prestar más atención a la jugada que había llamado su atención, durante los primeros cuarenta y cinco minutos el partido se mantuvo bastante igualado en posesión y ocasiones. Las porteras habían tenido que hacer esfuerzos para parar el balón varias veces a ambos lados del campo y las delanteras se llevaban las manos a la cabeza por la ocasión clara que habían perdido.

El partido llegó al descanso y tras varios apuntes más, reanudó la grabación. La segunda parte empezó más o menos igual, durante los primeros quince minutos el equipo estuvo atacando y cada vez se acercaba con más peligro a la portería. En un momento dado y tras un pase en profundidad, Amelia se vio sola ante la portería rival. Caso se cantaba el col cuando una mano milagrosa de la portera desvío el balón a córner.

Una de las chicas centró mientras que el resto del equipo esperaba para el remate. Amelia saltó junto con la defensa contraria y en el salto se llevó tal golpe que cayó a plomo en el suelo.

Automáticamente todas las compañeras y rivales pidieron asistencia para la futbolista que parecía inconsciente en el suelo. De este lado de la pantalla a Luisita se le paró el corazón al ver la escena. ¿Por qué nadie le había dicho nada? ¿Qué coño había pasado? ¿Cómo y dónde estaba Amelia?

Se le erizó el bello y sintió que le faltaba el aire al ver que la futbolista salía en camilla del estadio. El partido continuaba en la pantalla pero ella ya no le prestaba atención. Por el contrario y dándole exactamente igual dejar su puesto de trabajo, salió de la oficina en busca de alguien que le dijera algo sobre el estado de Amelia.

Tras mucho insistir, (y algún que otro grito histérico), Luisita logró saber que Amelia había recuperado el conocimiento a los pocos minutos y que, por precaución, la llevaron al hospital y tras unas primeras pruebas que no evidenciaron nada grave, la trasladaron a Madrid donde tendría que pasar 24 horas en observación.
Llamó a María y le pidió, más bien le obligó a que fuera a recogerla para llevarla al hospital. Mientras esperaba, no dejaba de morderse las uñas en un claro gesto de nerviosismo. No recordaba haber estado, jamás, tan preocupada por alguien que no fuera parte de su familia. Necesitaba verla, necesitaba ver que estaba bien, abrazarla y besarla… necesitaba estar con ella y no soltarla nunca más.

Llegó al hospital y apremió a su hermana para que le acercara la silla, una vez bajaron del coche se apresuró a internarse en el centro. Marina le había conseguido el número de habitación así que no necesitó parar a preguntar, fue directa hacia allí.

- Disculpe – escuchó tras ella justo cuando estaba por entrar a la habitación – ¿Usted es?

- Somos amigas de Amelia Ledesma – contestó María ante el mutismo de la rubia.

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