Como en un escenario, después de un monólogo a oscuras, la intensidad de la luz subió apenas aquella muchacha pronunció la última frase. En un segundo, las formas y los colores, aunque mortecinos, nos situaron de nuevo en el compartimiento. Recuerdo que lo primero que vi fueron nuestros zapatos sobre el entablonado, más arriba, las cortinas volvían a temblar al compás del tren; las butacas de cuero verde seguían allí, vacías... Pero algo había cambiado. Lejos de regresar a la pesadilla, mis temores parecían diluirse junto con la oscuridad. Había escuchado con atención ese relato, y Dios sabe que me aquejaba una profunda compasión por esa chiquilla...
Pero no podía creerle.
Todo aquello eran fantasías, sin dudas. No podía ser de otra manera. ¿Quién sabe qué cosa haría ese hombre en aquel cuarto?, ella misma lo había dicho. Y yo estaba segura de que lo tenía en su cabeza cuando vio al sujeto en el andén, alguien parecido seguramente. Después de vivir aquello cualquier hombre bajo y calvo podía ser ese vecino. Es lo que pensé. Que lo único real aquella noche era su miedo. Por lo demás, escuchaba el producto de una imaginación viva en la mente de una muchacha demasiado asustadiza. Una vez, en algún lugar había leído que muchas personas temerosas ven cosas, y que llegan, incluso, a distorsionar la realidad. ¿Cómo saberlo? "¿Está usted segura de que el hombre que vio en la estación es el mismo hombre...? "Sí, estoy... casi segura", me respondió desviando su mirada hacia la ventana. Sus ojos estaban, otra vez, llenos de lágrimas. "No solucionará nada llorando, tranquilícese. Y déjeme pensar, por favor!' Mis palabras sonaron duras. Con la sospecha de que todo era ilusorio, aquella situación comenzaba a fastidiarme. Ella continuaba allí, apenas sentada en el borde de su butaca, pálida, parecía a punto de desmayarse. "¿Cuál es su nombre, querida?" "Julie". "Julie, por favor, no quisiera que malinterprete mi pregunta, pero a veces los nervios nos traicionan. Usted venía de pasar momentos muy difíciles, ¿verdad?". "Sí, sé lo que quiere decir señora, pero, créame, estoy segura de lo que vi". Volví a mirarla.
¿Y si fuese cierto?
Claro que existía una posibilidad. Y aun en el caso de que fuesen fantasías, de repente me percaté de que si no salíamos de la duda aquel viaje se convertiría en un infierno, ella simplemente enloquecería. No podíamos quedarnos allí sin hacer algo al respecto, sólo esperando.
En esa época el nocturno a Edimburgo era un expreso, o sea que hasta su destino no hacía ninguna parada. Eso descartaba bajar en la próxima estación. Estaríamos en el tren hasta la mañana siguiente. Comencé a pensar... Si el hombre que vio la muchacha en la estación era realmente su vecino había razones para no llamar al guarda. ¿Qué podría hacer?, ¿detenerlo acaso?, ¿por qué? ¿Qué podría decir Julie de aquella escena de la ventana? Nada. A cambio, la posibilidad de que ese hombre pudiese verla era, sin dudas, la peor. Ella quedaría expuesta, nada más. Imaginé a ese hombre aduciendo que la muchacha estaba loca, o que lo había confundido, cualquier cosa. Además, ¿qué sucedería después? Si ella se mostraba, al final del viaje comenzaría a correr el mismo peligro. Todo parecía tan difícil, incierto...
Pensé en trasladarnos a otro compartimiento, alguno donde hubiera más pasajeros; podríamos viajar seguras entre otras personas. Pero deseché esa idea al instante. Otra vez ella se dejaría ver. Tal vez permaneciese a salvo durante el viaje, pero no después.
Todo nos conducía a lo mismo: era necesario saber si ese hombre estaba o no en el tren. Y había sólo una forma de saberlo: revisando todos los compartimientos. "Escuche, vamos a hacer lo siguiente: saldremos de aquí juntas, usted se encerrará en el toilet y me esperará allí. Yo recorreré el tren. Él no me conoce. Si ese hombre está aquí, si lo veo, haremos lo que haya que hacer para que usted esté segura. Si no está, permaneceremos juntas hasta que lleguemos, y más tranquilas. ¿De acuerdo? Aceptó. Antes de salir abrí la puerta y miré hacia todos lados. No vi a nadie. No nos separaban muchos metros del toilet Ella entró y quedamos en que yo golpearía tres veces la puerta para hacerle saber que había regresado.
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Los vecinos mueren en las novelas
Misterio / SuspensoJohn Bland, un escritor de novelas policiales de escaso éxito, acaba de mudarse al campo con su esposa. Cuando ella, sorpresivamente, debe regresar a Londres, John decide presentarse a su única vecina, una anciana solitaria que lo invita a tomar el...