UN HOMBRE EN QUIEN CONFIAR

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Imaginé que aquella historia podría haber comenzado una tarde, una tarde cualquiera, en Londres. Eran las cinco, o las seis, una de esas horas en que la gente parece apretujarse en todos los lugares de la ciudad, las calles, los pubs, el metro... Entre toda esa gente, entre esos rostros indiferentes, veo el de una mujer. No parece muy joven, ni muy distinguida, pero tiene un aspecto natural, agradable. Trabaja en una oficina, o probablemente en alguna tienda de Bond Street. Es un trabajo como cualquier otro, tal vez algo rutinario, pero ella no se queja, quiero decir, nunca ha sentido que las cosas podrían ser diferentes.

Esa mujer, que imagino algo solitaria, no tenía motivos para sentirse infeliz, o nada parecido. No porque su vida fuese algo extraordinario, sólo era del tipo de las que ni siquiera piensan en ello. Pero, a diferencia de otras, no esperaba conocer a alguien, casarse, y con el tiempo tener hijos. Sentía que el amor, el romance, no eran para ella. Había conocido algunos hombres en su vida, pero siempre una razón hacía que todo intento en este sentido fracasase: ella no creía en los hombres. Sencillamente no podía confiar en ellos. Tal vez tenía poderosos motivos para que esto fuese así, motivos que habría que buscar en su pasado, pero el caso es que con el tiempo su historia comenzó a parecerse a la de cualquier mujer cuyo destino fuese la soltería.

Hasta esa tarde.

Se había sentado en una pequeña plaza, en Berkeley St. No estaba pensando en nada en particular, tal vez sólo descansaba un momento antes de tomar el autobús que la llevaría a su casa, cuando ocurrió algo que cambiaría su vida por completo.

Un hombre vino a sentarse en el otro extremo del banco.

Ella no volteó, pero después de unos instantes se percató de que aquel hombre la estaba mirando. Y ya había decidido irse, cuando escuchó su voz:

-Es increíble.

Ella giró la cabeza. Y lo primero que vio fueron sus ojos. Los ojos de aquel hombre la contemplaban de una manera muy especial. No había nada oscuro ni temible en ellos, al contrario; la miraba como si ella fuese una niña, y percibió, a su vez, que él jamás podría hacerle daño. Sentía que algo dentro de sí se movía, una emoción antigua, como si hubiese reencontrado algo hermoso que no veía hace mucho tiempo.

-¿Perdón? -ella no pudo evitar una sonrisa.

-Discúlpeme, no quiero importunarla, sólo decía que es increíble la luz, a esta hora.

¿Ve usted aquel edificio? Si lo mirase dentro de, digamos... veinte minutos, no lo reconocería. La luz le cambiará las formas, se nos mostrará mucho más severo, los bordes tendrán otro relieve, algunos ornamentos desaparecerán. Y sin embargo, será el mismo.

-¿La luz?

-¡Oh sí!, la luz... la luz no solamente ilumina, ¿sabe?

Actúa todo el tiempo, sobre las formas, los lugares, nuestros estados de ánimo. De todas las cosas invisibles la luz es la que mayor influencia tiene sobre nuestras vidas, de eso estoy seguro.

Los vecinos mueren en las novelasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora