De repente, las lágrimas acudieron a sus ojos y se deslizaron por su rostro mientras comenzaba a gemir, con sollozos que le recordaron los de un niño. Ella la abrazó inmediatamente y escuchó, entonces, aquellas palabras: "Un hombre quiere matarme, no sé si ha subido al tren".
En ese momento la atrajo contra su pecho y la abrazó aún más fuerte. No la dejaría salir de allí. Al fin se oyó el1 silbato de la locomotora. La mujer cerró los ojos y en su rostro se dibujó una sonrisa casi imperceptible. El vagón, lentamente, comenzó a moverse. Eran las diez. Aquella muchacha ya no podía bajar del tren.
-¡Por Dios, querida!, ¿qué estás diciendo?
Pero la chica parecía incapaz de contener el llanto; en su lugar se aferró a ella como una niña al cuello de su madre. Fue entonces que las luces comenzaron a bajar.
-Es sólo la luz, no te preocupes. Y escucha; no sé qué te ha sucedido, pero puedes estar segura aquí. ¿Cuál es tu nombre querida?
-Julie.
-Julie, cuéntame, quién es ese hombre...
Entonces Julie relató lo que había visto aquella misma noche en la casa del vecino.
-...O me pareció, no lo sé, pero estoy muy asustada señora, tengo miedo, me siguió hasta aquí, ¿se da cuenta?, algo sucedió en esa casa y ahora está tras de mí. ¡Dios mío!, ¡qué voy a hacer!
Pronunciada la última frase, las luces del compartimiento recuperaron su intensidad.
La mujer levantó la vista del suelo, miró hacia la ventanilla, y después de un momento, dijo:
-¿Estás segura de que el hombre que viste en la estación es el mismo hombre...?
-Sí, estoy... casi segura, -hizo una pausa mirando a la mujer, como si de repente pensase que no le creía-¡debe usted confiar en lo que le digo!
Y ella sonó terminante:
-Claro que te creo, y no te dejaré sola. De todos modos, aunque te cueste aceptarlo, lo más probable es que en la estación hayas visto a alguien parecido... seguramente.
Pero no tienes de qué preocuparte, yo te ayudaré -la miró de reojo, y prosiguió:
-Déjame pensar un momento... -ahora giró la cabeza hacia la puerta. Había estado preguntándose qué haría cuando el guarda viniese a pedirles los pasajes. No podía demorar demasiado y... ¿si aquella muchacha le hablaba sobre el extraño hombre del tren?, ¿y si le pedía algún tipo de protección?...
Sin soltar la mano de la muchacha, volvió a su asiento y dijo:
-Creo que es importante que no digamos nada al guarda, él vendrá en cualquier momento. ¿Sabes?, lo único que conseguirías es tener que salir de aquí. Y tú no puedes hacer eso, ¿lo entiendes? Si ese hombre está en el tren te vería entonces, quedarías... expuesta. De nada te servirá viajar al lado del guarda, no podrías hacer nada para detenerlo una vez que llegues a Edimburgo.
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Los vecinos mueren en las novelas
Misterio / SuspensoJohn Bland, un escritor de novelas policiales de escaso éxito, acaba de mudarse al campo con su esposa. Cuando ella, sorpresivamente, debe regresar a Londres, John decide presentarse a su única vecina, una anciana solitaria que lo invita a tomar el...