GUERRA | desde la primera vez que los vengadores pisaron la tierra, nada nunca más volvió a ser lo mismo. Especialmente para Tony Stark, el tipo más egocéntrico de la tierra que siempre se imaginó salvando el mundo solo.
Hasta que una niña de pelo...
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NO TODAS LAS HISTORIAS DE AMOR TERMINAN CON UN FINAL FELÍZ. Los fracasos, las frustraciones, las peleas, siempre estarán ahí. Quizá desde el principio o incluso antes. Después de que toda su vida cambiara, Stella nunca fue la misma. Cuando pensó en el fin del mundo, proteger a sus seres queridos le pareció una buena prioridad en ese momento. No es que se imaginara siempre entre la vida y la muerte, sino que, por total inconveniencia del destino, su vida ya estaba completamente trazada.
Incluso creciendo rodeada de gente y cosas malas, nunca imaginó que un día en su patética y pequeña vida conocería a las mejores personas de su vida. Los únicos en los que podía confiar con los ojos cerrados y también los únicos por los que daría su vida.
Así que estar de pie con la espalda apoyada en el cemento helado parecía una buena forma de morir. La forma en que el cielo azul le recordaba a una mañana de domingo la hacía sentir más tranquila.
Cuando era niña nunca entendió las escenas de muerte en las películas, siempre le parecieron demasiado dramáticas. Las dos personas arrastrándose con las últimas fuerzas que tenían, sólo para tomarse de la mano - esa era una de las escenas que Stella más odiaba, porque no tenía sentido.
Pero, estando allí completamente sola. Podía entender por qué luchaban desesperadamente por tomarse de la mano. Porque tenían miedo a la soledad. El miedo a no saber a dónde van, el miedo a estar solos. En un momento así, buscan desesperadamente la mano de alguien, esa mano que les asegure que no estarán solos.
Casi como si el aire ya no entrara en sus pulmones, deseó que fuera lo último que viera. Deseó desesperadamente que fuera su mano la que sostuviera la de ella, como antes. Estaba completamente equivocada, ahora lo sabía. Cuando muriera, habría alguien que la lloraría. El hecho de que esa persona fuera él la entristecía y alegraba a la vez. De una cosa estaba segura, en sus últimos segundos de vida: su corazón seguía latiendo por Tony Stark.
