Capítulo 15

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Hangeng se dirigió hasta el campamento abandonado en el río, donde la tribu gitana se había quedado. Los restos del campamento todavía estaban allí; las huellas dejadas por las ruedas de los carromatos, los círculos de césped roídos donde los caballos de carga habían sido atados, el hoyo de la fogata lleno de ceniza. Y en todas partes se oía el sonido del chapoteo de la corriente del río que se desbordaba en la orilla, inundando la tierra fértil.

Se apeó y ayudó a Heechul a desmontar. Como él le indicó, se sentó en un tronco de abedul caído mientras Hangeng preparaba un campamento provisional. Esperó con las manos cruzadas pulcramente en el regazo, observando cada movimiento que él realizaba, mientras sacaba un bulto de mantas de las alforjas. En unos minutos Hangeng ya tenía encendido el fuego en el círculo de piedra y había tendido con ellas un lecho junto a la hoguera.

Heechul se apresuró hacia la pila de mantas y se internó bajo las capas de lana y algodón acolchado.

—¿Es seguro que nos quedemos aquí? —preguntó, murmurando.

—Puedes estar seguro de todo menos de mí. —Sonriendo, Hangeng se puso a su lado. Tras quitarse las botas, se le unió bajo las mantas y lo acunó entre sus brazos. Y recordándose que los premios debían ser ganados con paciencia, la abrazó fuertemente y esperó.

A medida que cada segundo se fundía en el siguiente, el cuerpo de Heechul se apretaba más firmemente contra el suyo. Se sentía tan extraordinario solo el abrazarlo que no hizo nada más que eso durante un largo rato. Escuchaba el flujo de su respiración, el movimiento del aire frío de la noche sobre ellos, mientras el calor de sus cuerpos se fundía bajo las mantas. Juntos descendieron al corazón de una calma apacible, a un callado placer que Hangeng nunca había sentido antes. Sus latidos comenzaron a acelerarse, el corazón le resonaba pesadamente con cada golpe. Notaba como las caderas de Heechul se anidaban tentativamente contra las suyas, acunando la rigidez de su excitación, acercándose cada vez más. Pero aún así, no hizo ningún movimiento, solo lo abrazó y lo apretó contra su cuerpo hasta que estuvo tenso y furiosamente excitado.

El fuego chasqueó y las llamas se alargaron en cintas amarillas, lamiendo los leños de abedul y roble. Excitado... nunca se había sentido tan excitado en su vida. Cuando estaba considerando quitarse la camisa, sintió las manos de Heechul explorando bajo el dobladillo suelto. Los pequeños y fríos dedos vagaban sobre su piel ardiente. En cualquier parte donde lo tocaba, sus músculos se ondeaban y tensaban, se sentía tan bien que gimió débilmente contra su cabello. El tomó los bordes sueltos de la camisa y tiró hacia arriba. Sin ninguna vacilación el se sentó, se quitó la camisa y la echó a un lado.

Heechul se arrastró hasta su regazo. Extasiado, Hangeng se contuvo mientras el presionaba la boca contra su pecho, en sus hombros y en la base de su garganta, en un jugueteo delicado de besos.

—Heechul... —llevó las manos a su cabeza, inmovilizándolo. Las ondas cálidas de su cabello se le deslizaron sobre los brazos, acrecentando su excitación.

Monisha —susurró—. No haré nada que no desees. Solo quiero darte placer.

La cara de Heechul brillaba a la luz del fuego, sus labios del color rojo de las bayas.

—¿Qué significa esa palabra?

—¿Monisha? Es una expresión de afecto. —Apenas podía pensar—. Un Roma la dice cuando una persona está intimando con él.

Heechul puso las manos sobre las de él y deslizó los dedos en los espacios entre sus dedos. Se abrazaron el uno al otro, y con sus labios formaron palabras silenciosas, rozaron sus bocas y saborearon juntos su calor húmedo.

Mío a medianoche *HanChul*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora