Capítulo 18

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Tras la partida de Hangeng, Heechul se encontró vagando desconsolado por la enorme mansión.

La casa estaba callada, habiéndose retirado todo el mundo a sus habitaciones para la siesta de la tarde. Se habían hecho los preparativos para que el conde, la condesa, y Lord y Lady St. Eunji Vincent, salieran hacia Bristol a la mañana siguiente. Se quedarían en la casa del hermano de Bo Ah y su marido, Key y Jonghyun Swiff, durante la última quincena del embarazo de Key.

Bo Ah estaba ansiosa por ver a su hermano menor a quien estaba extremadamente unida.

—Ha tenido una salud espléndida durante todo el embarazo —había dicho Bo Ah a Heechul, con obvio orgullo manifiesto— Key tiene la salud de un caballo. Pero es muy pequeño. Y su marido bastante grande —añadió sombríamente— lo que significa que cualquier bebé que engendre probablemente será enorme también.

—Nadie puede culparle por ser alto —había señalado lacónicamente Lord Kangta Westcliff, que estaba sentado junto a su esposa.

—No he dicho que fuera culpa suya —protestó Bo Ah.

—Pero lo estabas pensando —murmuró el conde, y ella alzó un cojín como si fuera a arrojárselo. El resultado de la contienda marital, sin embargo, fue que se sonrieron el uno al otro afectuosamente.

Bo Ah volvió su atención a Heechul.

—¿Estaréis bien tú y los demás en nuestra ausencia? Odio marcharme con las cosas tan revueltas, y el señor Zhoumi herido.

—Espero que Zhoumi se recupere rápidamente —dijo Heechul con absoluta confianza. Aparte de la primera vez cuando se habían conocido, nunca le había visto enfermo— Tiene una constitución robusta.

—He pedido al doctor que le visite diariamente —dijo Kangta Westcliff—. Y si tienen alguna dificultad, mande un mensaje a Bristol. No está tan lejos, y vendré al instante.

El cielo sabía de cuan afortunados habían sido de tener a Bo Ah y Kangta Westcliff como vecinos.

Ahora, mientras Heechul se abría paso a través de la galería de arte, pasando la mirada por pinturas y esculturas, fue consciente del terrible vacío de su interior. No se le ocurría como librarse de él. No era hambre, miedo, o furia, no era cansancio o temor.

Era soledad.

Tonterías, se regañó a sí mismo, avanzando a zancadas hacia una larga fila de ventanas con vistas al jardín lateral. Había comenzado a llover, una fría llovizna que caía firmemente sobre los terrenos y corría en lodosas corrientes hacia las cañadas y el río. No puedes sentirte solo. Ni siquiera hace medio día que se ha marchado. Y no hay razón para ello cuando toda tu familia está aquí.

Era la primera vez que sentía el tipo de soledad que no podía curarse sólo con disponer de cualquier compañía.

Suspirando, presionó la nariz contra la fría superficie del cristal de la ventana, mientras los truenos enviaban vibraciones a través del cristal.

La voz de Kyuhyun llegó del otro lado de la galería.

—Madre siempre decía que eso te aplanaría la nariz.

Echándose hacia atrás, Heechul sonrió mientras Kyuhyun se le aproximaba.

—Sólo lo decía porque no quería que dejara marcas en el cristal.

Su hermano parecía agotado y con los ojos hundidos, la pastosidad de su tez suponía un notable contraste con el bronceado color miel de Hangeng. Kyuhyun vestía ropa prestada, tan finas y preciosamente confeccionadas que debían haber sido donadas por Lord St. Yunho Vincent. Pero en vez de pender graciosamente como hacían sobre la elegante figura de St. Yunho Vincent, las prendas colgaban de la cintura y el cuello hinchados de Kyuhyun.

Mío a medianoche *HanChul*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora