Capítulo 5

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Era un día agradablemente fresco, casi despejado, el clima sureño era más templado que el de Londres. Heechul atravesó vigorosamente el huerto frutal, más allá del jardín. Las ramas de los árboles estaban cargadas con grandes manzanas verdes. Había frutas caídas medio comidas por los ciervos y otros animales, estaban fermentadas y echadas a perder.

Haciendo una pausa para arrancar una manzana de una rama baja, la limpió en una manga y le dio un mordisco. El sabor era intensamente ácido.

Una abeja zumbó a corta distancia, y Heechul se echó bruscamente hacía atrás con alarma. Siempre le había tenido terror a las abejas. Aunque había tratado de razonar consigo mismo, no podía controlar el pánico que lo invadía cada vez que una de esas malditas bestias estaba por los alrededores.

Apresurándose a salir del huerto, Heechul siguió una senda superficial que lo llevó a un prado mojado. A pesar del retraso de la estación, había pesados lechos de berros que florecían por todas partes. Conocido como "el pan de los pobres," las delicadas hojas de picante sabor eran consumidas en manojos por los aldeanos locales, y se hacía de todo con ellas desde sopa hasta el relleno del ganso. Recogería algunas en su camino de regreso, decidió.

La ruta más corta hasta el pueblo era cruzando a través de una esquina de la hacienda de Lord Kangta Westcliff. Cuándo Heechul traspasó el límite invisible pudo sentir un cambio en la atmósfera. Caminó por las inmediaciones del susurrante bosque, demasiado denso para que la luz del día penetrara en el follaje. La tierra era exuberante, sigilosa, los viejos árboles estaban anclados profundamente en la tierra oscura y fértil. Quitándose el sombrero, Heechul lo sujetó por el ala y disfrutó de la brisa contra su cara.

Ésta había sido la tierra de los Kangta Westcliff durante generaciones. Se preguntó que clase de persona serían el conde y su familia. Terriblemente correctos y tradicionales, supuso. No sería bien recibida la noticia de que la Hacienda Ramsay había llegado a manos de un montón de maleducados y sangre roja como los Chos.

Encontrando una senda gastada que atravesaba el bosque, molestó a un par de collalbas que aletearon con gorgojeos indignados. La vida abundaba por todas partes, incluyendo mariposas de unos colores casi antinaturales y escarabajos tan brillantes como chispas. Cuidando de seguir en la senda, Heechul se recogió la falda para evitar arrastrarla por el suelo del bosque.

Emergió desde un bosquecillo de avellano y roble hasta un amplio campo seco. Estaba vacío. Y ominosamente quieto. Ninguna voz, ningún gorjeo de pinzones, ningún zumbido de abejas o el traqueteo de saltamontes. Algo en esto lo llenó de la instintiva tensión que advertía de una amenaza desconocida. Cautelosamente, comenzó a subir la suave pendiente del prado.

Alcanzando la cima de una pequeña colina, Heechul hizo una pausa ante la desconcertante vista del aparato de imponente altura hecho de metal. Parecía ser un tobogán apuntalado sobre unas patas, inclinado en un ángulo pronunciado.

Su atención se vio atraída por una conmoción menor más allá del camino... dos hombres emergieron desde atrás de un refugio de madera pequeño... gritaban y agitaban los brazos hacia el.

Heechul se percató instantáneamente de que se encontraba en peligro, aun antes de reparar en el humeante rastro de chispas en movimiento, serpenteantes, a lo largo del suelo hacia el tobogán de metal.

¿Una mecha?

Aunque no sabía mucho de artefactos explosivos, era consciente de que una vez una mecha se encendía, nada podría hacerla parar. Tirándose sobre la hierba tibia por el sol, Heechul se cubrió la cabeza con los brazos, esperando ser volado en pedazos. Algunos latidos pasaron, y dejó escapar un grito alarmado cuando sintió que un cuerpo grande, y pesado caía sobre el... no, no caída, se estampaba. Lo cubrió totalmente, hundiendo las rodillas en el suelo a cada lado de las suyas, formando un refugio con el cuerpo.

Mío a medianoche *HanChul*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora