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-¿De verdad que -se preguntaba frustrado Tsukishima mientras cerraba fuertemente sus puños en la mesa de su escritorio- Tadashi prefiere -sus nudillos ya se ponían blancos- SALIR CON SHIMADA-SAN ANTES QUE CONMIGO!? -se tensó tanto que su mandíbula le dolía.
-¿Qué pasa Kei? -preguntó preocupado su hermano abriendo la puerta de su habitación.
-¡SE TOCA ANTES DE ENTRAR! -le gritó sin mirarlo agachando la cabeza para no ponerle la peor cara de la vida.
-Perdón perdón -dijo él ya saliendo mientras cerraba su puerta.
-¡AAAAAAAAAAAAA! ¡MALDITA VIDAAAAA! -se quejó de nuevo gritando.
-¿Tsukishima Kei estás bien? -preguntó su madre desde afuera de su habitación.
-¡COMPLETAMENTE! -le respondió con sarcasmo.
-Ya veo -dijo, para luego irse al piso de abajo.
-Agh -se levanto con desgana, abrió su armario, agarró una mochila, y puso agua, libros, su tablet, móvil y auriculares. Tenía que despejarse.
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Ya en un rellano lejos de cualquier civilización gritó tanto como sus pulmones y cuerdas bucales le permitieron.
-¡YAMAGUCHI TADASHI, TE JURO QUE COMO VUELVAS A HACERME LO MISMO DE HOY TE PEGARÉ! -hizo una pausa abriendo completamente sorprendido sus ojos- ¡NO, -volvió a gritar arrepentido y nervioso- RETIRO LO ÚLTIMO! ¡SÓLO ME ENFADARÉ! ¡PERO SÍ QUE TE JURO QUE NO TE HABLARÉ DURANTE UNA SEMANA ENTERA COMO CASTIGO! ¡¡¡NO TE ODIO PERO ME HE ENFADADO!!! -luego de soltar eso tosió con dificultad- Odio que me dejes plantado... -y es que en realidad no le dejó plantado, porque no tenían planes, sino que él quería que simplemente estuviera con él juntos, haciendo nada pero juntos.
Tsukishima también comprendía que su novio quería mejorar como jugador en el volleyball, pero no podía evitar sentirse así, celoso; aunque le costara admitirlo.
Él quería la atención de Tadashi, de SU TADASHI, pero obviamente eso no se podía, Yamaguchi no era un objeto, y mucho menos su marioneta, él lo comprendía completamente.
-¿Por qué no puedes pasar más tiempo conmigo? -preguntó con una voz aguda, a Tadashi, con un puchero conteniendo lágrimas aunque el chico no se encontrara allí.
-Si yo te hiciera lo mismo no te gustaría... -dijo evitando que se le calleran los mocos.
-En fin -se secó las lágrimas ansioso por dejar de llorar-, ya te invitaré a salir otro día.
Después de sincerarse con él mismo, decidió acomodarse en el suelo con su mochila como almohada y escuchar música relajante para despejar su mente.
