Urano.

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6 años después...

— Entonces ¿Harás puré de papa para cenar?

— Si, la papa es lo mejor que hay en cualquiera de sus formas, me casaría con una papa.

La mujer sonrió, tenía aún la vista fija al frente mientras conducía, sus manos delgadas estaban sobre el volante que estaba lleno de pegatinas que Horacio y Gustabo habían puesto ahí.

— Además, Gustabo últimamente está raro y tal vez la papa le alegre el corazón, nana dijo que cuando alguien necesita felicidad come.

— Bueno, nana tiene razón. — dieron vuelta en la esquina y ella miró por un momento a su hijo, al salir del trabajo fue en busca de Horacio quién había comenzado a tomar clases de pintura, en sus manos llevaba un lienzo, no había dejado que ella lo viera. — Cariño, tal vez deberíamos buscar un psicólogo para él...

— Él esta bien mamá, es muy feliz solo está teniendo unos días malos.

— Hijo, yo sé que lo amas y todo eso, pero si lo amas debes ver que...

— Ya dije que no. — dejo caer su cabeza hacia atrás y cerro los ojos, Nora suspiro.

— Su madre murió cuando él tenía 8 años, su padre se suicido dos años después y no sabemos que habrá pasado durante los dos años que se hizo cargo de su padre, no puedes esperar que su salud mental este bien...

— Han pasado 6 años, de cualquier forma es demasiado tarde.

Nora no dijo más, la noche anterior había tenido una plática con su esposo sobre eso, ambos habían notado que Gustabo comenzaba a verse de alguna forma más desgastado e incluso podían atreverse a decir que con demencia, les preocupaba.

El auto aparco fuera de la casa, Horacio se quitó el cinturón y su madre hizo lo mismo, ella saco su maletín y Horacio su mochila con materiales, la colgó a su espalda y abrazo la pintura con todas sus fuerzas.
Camino hasta la puerta de casa y saco las llaves de su bolsillo, estaba muy ansioso de ver a Gustabo y mostrarle lo que había hecho.

La puerta fue abierta y la pintura cayó a los pies de Horacio, su cuerpo entero empezó a temblar mientras sus ojos denotaban la impresión que sentía y lo confundido que estaba.
Nora llegó hasta la puerta y tocó la espalda de su hijo mientras dejaba su abrigo en el gancho a lado de la puerta, volteo a el mismo lugar que Horacio miraba y no hizo más que tapar su boca.

Félix, el padre de Horacio estaba tirado en el piso sobre un charco de sangre, aún con los ojos abiertos y a su lado en la pared estaba Gustabo, tenía un cuchillo en la mano, se encontraba recargado, su cabello estaba alborotado y su manos extendidas sobre sus pies, uno de ellos estaba doblado y el otro completamente tendido sobre el piso, Gustabo lloraba sin hacer sonido alguno.

La reacción de Horacio fue correr hacia Gustabo y abrazarlo, tan fuerte que el rubio soltó un quejido.

— Horacio, perdoname. — decía él con los ojos completamente rojos y las lágrimas corriendo por sus mejillas rosadas, tenía un corte en el labio del que brotaba sangre. — yo... yo... yo no quería.

— Tranquilo ¿Vale? llevaremos a papá al hospital y yo curare tu herida, todo esta completamente bien, todo está bien.

La cabeza de Gustabo cayó en el hombro de Horacio, acarició su cabello tratando de tranquilizarlo, entonces Nora luego de llamar una ambulancia y a la policía se acercó hacía su hijo, jalandolo tan fuerte como podía para quitarlo de ese abrazo que ahora le parecía atroz.

— Horacio sueltalo...

— No, me necesita.

— Horacio...

— No... — empezó a llorar poco a poco, dándose cuenta que Gustabo se había desmayado, tal vez por las emociones o tenía una herida que no había visto, pero él ya no estaba consciente.

— ¡El mató a tu padre!

...

Los vecinos salieron de sus casas llenos de curiosidad al escuchar las sirenas y los gritos desgarradores de un chico que pedía no lo separaran de el amor de su vida.

Horacio aún en el agarre de su madre, vio a Gustabo sobre la camilla siendo subido a la ambulancia con unas esposas en sus manos y a su padre en el piso cubierto por una manta.

— Él no lo hizo, no pudo hacer eso...

— Cariño, solo tranquilizate.

— ¡Diles que lo suelten! ¡Me necesita! ¡No es malo!

— Horacio... — ahora era ella quien soltaba las lágrimas poco a poco y trataba de hablar sin que su voz se cortará. — detente por favor.

— No puedo...

...

Nora conducía ahora hacia un hotel, no podía dormir en esa casa, había hablado con nana y la mujer había salido muy temprano así que no había presenciado nada.
En el asiento de el copiloto estaba Horacio, sedado, cuando le inyectaron intento soltarse de su madre una vez más está vez para ir por la pintura, Nora con ayuda de un policía lo cargo hasta el auto y luego volvió por la pintura, quien ahora era sostenida por Horacio con toda la fuerza que podía.

— Mi pequeño... — acaricio su cabello, la cresta que ahora estaba completamente desarreglada.

Llegaron al hotel y ella le pidió ayuda al recepcionista para llevarlo hasta la habitación que acababa de alquilar, lo dejo sobre la cama y luego lo cubrió con la manta, tomo la pintura y decidió sacarla de la bolsa negra en la que había sido envuelta horas antes, era Urano, sobre el había dos chicos tomados de la mano viendo hacia el espacio, ella supo de inmediato quienes eran esos chicos y no pudo hacer más que abrazar con fuerza a su hijo aún inconciente.

...

Despertó durante la madrugada, su habitación estaba completamente fría y por la ventana pudo ver las estrellas, sus ojos se llenaron de lágrimas, se sentó bien en la camilla y sintió dolor en el abdomen como si hubiera peleado, luego se dio cuenta de la herida en su labio que ya había sido cerrada.

Quiso tocar su abdomen pero se dió cuenta de que su mano estaba esposada a la camilla, recordó lo que había pasado y no sintió más que una presión en el pecho y ganas de olvidarlo para siempre.

— ¿Horacio? — dijo bajo entre sollozos, pero Horacio no
apareció — abrázame por favor.

...

— Bien muchacho, seré directo contigo — el comisario entró por la puerta de la habitación del hospital, Gustabo ni siquiera volteo a
verlo. — eres el único y más grande sospechoso, no me gustaría tener que enviarte a la correccional así que...

— Soy culpable.

— Esta bien, entonces creo que no hay más que decir. En un rato vendrán por ti para enviarte a la correccional de menores, no habrá juicio siendo que fuiste visto por la esposa de el hombre al que asesinaste y su hijo...

— No siga, por favor.

El comisario salió por la puerta, Gustabo se soltó a llorar como si no hubiera un mañana, teniendo una sola cosa en su mente: la mirada de Horacio cuando entro a la casa.

𝑨𝒔𝒕𝒓𝒐𝒏𝒐𝒎𝒚 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora