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"—Gracias Hange."

Capítulo VI: Tú reflejo en mi café 

En una noche solitaria, Hange se dejo caer pesadamente en una de las sillas del comedor mientras suspiraba, deseando poder relajarse después de haber tenido un día tan ajetreado. 

Sus ojos cansados permanecían cerrados, sus lentes en la mesa, mientras que sus dedos sobaban el puente de la nariz; los pensamientos la atormentaban y enseguida dio un grito frustrado, dejando caer su cabeza a la mesa e intentando despejar tantas ideas. 

Recostada en la mesa a un paso del sueño, sintió una mano fría en su espalda.

—Debe estar cansada —murmuró cerca de su oído.

Al reconocer la voz, juraba que su corazón podría salir de su pecho; se enderezó, acomodo sus lentes mientras tallaba sus ojos para verla mejor y habló lo mas claro que podía: el sueño le estaba ganando.

—¿Chica? —comentó confundida—, ¿Que haces aquí a estas horas de la noche? 

—Soy nocturna —bromeó— ¿Quiere un café para despertar?

Mejor dame un beso —dijo titubeando. 

Hange al realizar lo que había dejado salir de su boca, abrió bien los ojos y empezó a sudar frió.

—Ya no se que digo —defendió nerviosa—, no es lo que...

Fue callada... 

Fue callada por los dedos de Bennett posicionados en los labios de su mayor.

—¿Quieres un beso de cena, Hange? —decía mientras se inclinaba a ella y sus rostros estaban a milímetros. 

Bennett lo decía en un tono de broma ya que no era capaz de hacerlo, aunque por ahí dicen que: entre broma y broma, la verdad se asoma.

Hange tragó saliva pesadamente observando los labios de la menor; sabia que responder y estaba por hacerlo, hasta que recordó que ella era su cadete y las cosas empezaban a tornar diferente.
Entonces reemplazo la frase por otra, y dijo:

—Sí, sí quiero mi café —cambió de tema radicalmente— con leche de la blanca, por favor —dijo sin pensarlo.

Bennett soltó una risilla por lo que comento, y quito sus dedos de encima alejando su rostro, pero sin quitar la mirada de los ojos de su mayor. 

—Entonces serán dos con leche da la blanca —guiño el ojo, yendo a la cocina.

A Hange ahora sí que el sueño se le había espantado después de esa extraña charla, y al carburar la gran estupidez que dijo, no pudo sentirse más que avergonzada. 

¿De verdad querían dejar las cosas así...?

(...)

—Espero y haya quedado bien. Lo hice especial para mi mayor.

Decía Bennett mientras dejaba las dos tazas en la mesa, y se sentaba enfrente de Hange. 

—¡Todo esta bien! —comentó— y más cuando se trata de ti... —habló mientras entrelazaba las manos y recargaba su barbilla, mirándola.

La manera coqueta y audaz en que lo decía, hacia sentir miles de mariposas en el estómago de Bennett. Esa mirada atrevida y sensual, le hacia querer salir corriendo por tal dominación que mostraba. 

«Como me gustas...» pensaron al mismo tiempo.

—Mañana te levantaré temprano —comentó Hange—, hay algo gigantesco que te quiero mostrar.

Como ultimo sonrió, y empinó su taza; Bennett hizo lo mismo.

—Siempre me ha gustado la idea de darme una pequeña escapada con mi mayor —comentó juguetona—, ¡Espero el día de mañana con ansias!

—¡Yo siempre he tenido la ilusión de escaparme del mundo entero contigo! ¡Puede que más haya de las murallas haya algo interesante que podemos descubrir!

Nuevamente estaban los cambios de humor presentes.

—¡Tiene toda la razón! Puede que encontremos lava, el polo norte o incluso miremos mismísimo desierto. 

—Lava, polo norte, desierto. ¡Me tienes que decir que es todo eso, chica! 

—Alguna vez me lo dijeron, pero lo he olvidado —decía entre risas—, deberíamos descubrirlo antes de morir, ¿No lo cree?

—Cierto, ¡Apuesto a que podría recorrer todo el mundo en busca de algo interesante!

Fue cuando Bennett bostezo.

—Parece que el sueño se está apoderando de mi, debe ser tarde ya —comentó volteando a sus lados.

—¡El mío desapareció en cuanto hablé contigo! ¡Aunque tú tienes que descansar, eres aún más joven! —decía riendo.

La menor sonrió.

—Cada vez que hablo con usted, desearía no parar de hacerlo —comentó feliz—. ¡Pero mañana será un gran día, Hange

Bennett dijo mientras se paraba de la mesa y le guiñaba el ojo amistosamente.

—¡Yo recojo las cosas, chica! Tú ya has hecho demasiado.

Para ese entonces, la menor le dió una última mirada de despedida, jurando que podría...

Nuevamente se despidieron, haciendo más tiempo para quedarse con la otra y, después de aquel acontecimiento Bennett salió y cerró la puerta del comedor rápidamente, pensando en que había sido todo eso, mientras calmaba su corazón alborotado e iba a su dormitorio.

Y, por otro lado Hange bajo la mirada al café que yacía en sus manos pensando en todo lo ocurrido y recordando la silueta de esa chica.

Está vez sería una noche corta para otros, pero para dos personas sería una larga,  esperando a que el calendario marcará el siguiente día.

"Hange, es usted especial."

main | hange zoe.  [corrigiendo]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora