main | hange zoe. [corrigiendo]

VIII

"—Chica, has visto eso..."

Capítulo VIII: Una extraña y normal coincidencia

En una mañana soleada pero fresca y húmeda por la lluvia, Bennett caminaba cuidadosamente por los pasillos del cuartel mientras cargaba en sus brazos la gran y pesada pila de papeles que el comandante Erwin le había pedido que llevará a su oficina y, gracias a eso los soldados que pasaban a su alrededor se le quedaban viendo con extrañesa, pero ella no tenía tiempo para confrontarlos así que solo caminaba hacía la dirección que iría.

Bien se sabía que intentaba no chocar con nadie ya que los papeles bloqueaban su campo de visión y era algo que le quitaba tiempo. No sabía por qué siempre era quien ayudaba a ese tipo de tareas...

Mientras se cuestionaba, dió la vuelta en la esquina del pasillo, casi para llegar a las oficinas de los altos mandos se topó con alguien cara a cara e inmediatamente frenó el paso.

Ella no podía ver el rostro de la persona por el alteró de papales que llevaba, sin embargo apreciaba su pelo y juzgando el lugar donde estaba, sabía quién era. 

—Buenos días Moblit —decía mientras se asomaba por los lados—, es temprano y ya andas muy trabajador. ¿Por qué tienes una escoba, eh?

Era verdad, él estaba saliendo del cuarto de la limpieza junto con una escoba.

—Bueno... —se tomó de la nuca— la líder del escuadrón hizo un desastre en su laboratorio y ahora tengo que limpiar —suspiró.

—¿Necesitas ayuda?

Él negó amablemente.

—Tú ya tienes trabajo con ese alteró de papeles, si no los llevas el capitán Levi te matará y yo no sabré que hacer sin ti.

Ella sonrió por la sinceridad que mostraba su comentario, hasta que recordó algo que definitivamente la preocupó.

—Espera, ¿Qué hora es?

Él busco su reloj y al no encontrarlo, negó apenado.

—Lo olvide en mi cuarto —suspiró.

—No te preocupes, yo me tengo que ir, se me hará tarde. ¡Nos vemos después, amigo mío!

—Suerte, amiga mía.

Bennett sonrió, esa frase siempre la decía a la hora de despide y, como lo tenía previsto empezó a caminar hacía la oficina del comandante y en cuanto vió su puerta cerrada, decidió tocar mientras esperaba ansiosamente: los brazos ya le dolían.

No fue mucho el tiempo cuando la puerta se abrió y enseguida alguien al que le debes temer, de baja estatura con pelo azabache la recibía  con disgusto. Era el mismísimo capitán Levi  Ackerman con quién había tanta controversia y quien habló.

—Llegas cinco minutos tarde  —comentó con su voz ronca, tirándole una mirada detestable—, me lo debí haber imaginado cuando la cuatro ojos te recomendó.

Bennett tragó saliva pesadamente: ahora sabía que Hange hablaba de ella. 

En cuanto el capitán malhumorado termino de deleitar, una ruidosa carcajada se dejó escuchar a sus espaldas, Bennett desvió su mirada hacía la dirección de aquella persona y ahí estaba ella, con los lentes sobrepuestos en su cabeza, sentada en una mesa de madera circular con un gran mapa extendido, a un lado del comandante quien es un rubio y de ojos azules.

—Vamos enanín, no la regañes. Eso no es nada —comentó Hange entre risas—. ¡Yo una vez llegué veinte minutos tarde a una reunión con el viejo de Shadis!