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Liam



—¡Mantente alejado de mi hijo! —siseó Trisha Malik al entrar en el taller el martes por la tarde—. ¡No es un hombre más del que puedas aprovecharte en tus retorcidas «sexcapadas»!

La miré, se me escapó un profundo suspiro y seguí trabajando en el coche que tenía delante.

¿Acababa de decir «sexcapadas»?

Tenía una nueva palabra favorita.

—A menos que traigas un coche, te aconsejo que te vayas —mascullé y saqué una llave inglesa de la caja de herramientas.

Cruzó la estancia taconeando y se puso las manos en las caderas.

—Lo digo en serio, salvaje. ¡Deja en paz a Zayn o verás!

—¿O veré? —Arqueé una ceja—. No respondo bien a las amenazas.

—Yo no respondo bien a la gente que se mete con mi familia.

—Nadie se mete con nadie, alteza —me burlé—. Ahora, por favor, lárgate.

—¿Qué quieres de mi hijo? ¿Intentas vengarte de mí?

Presioné las manos contra el coche y la miré. Tenía los mismos ojos que su hijo, pero estaban llenos de odio.

—¿Por qué cojones querría vengarme?

—Por aquella vez que viniste a verme de niño para pedirme ayuda.
Estiré la pulsera. «Respira hondo».

—No tengo tiempo para esto. —Me froté las manos en los vaqueros y me di la vuelta—. Sabes donde está la salida.

—Mantente alejado de mi hijo o te arrepentirás.

—De nuevo —rugí y estiré la pulsera—, no me gustan las amenazas.

—No es una amenaza, es una promesa. Si no sales de la vida de Zayn, te haré sufrir.

Arqueé una ceja.

—¿Qué diferencia habrá con la forma en que me habéis tratado todos estos años?

—Escucha…

—No, escucha tú —dije entre dientes y me acerqué a ella—. No tienes derecho a entrar en mi taller a exigirme nada. No me digas lo que tengo que hacer ni cómo hacerlo, ¿está claro? Es mi vida y no tienes ningún control sobre ella. Sé que estás acostumbrada a que todos te sigan como perritos falderos, pero yo no soy una de tus mascotas, ¿queda claro? Cuando me digas que salte, no te voy a preguntar cuánto, así que déjate de amenazas vacías y sal de mi vista.

—Ojalá no hubieras vuelto después de los años que pasaste en rehabilitación.

—Deberías haberle rezado más a tu querido dios.

Le tembló el labio inferior, el único signo de debilidad que Trisha Malik se permitía mostrar. Luego metió la mano en el bolso y sacó un talonario.

—¿Cuánto?

—¿Cómo?

—¿Cuánto quieres? Te pagaré lo que sea para que dejes en paz a Zayn.

—¿Así es como consigues lo que quieres? ¿Con un cheque? —bufé—. No quiero tu dinero.

—¿Cuánto? Te compraré las tierras también si así consigo que te vayas del pueblo con el desgraciado de tu padre.—No te atrevas a hablar de mi padre —gruñí. Por mucho que lo odiara, un Malik no tenía derecho a insultarlo—. Lárgate.

—Liam…

—¡Fuera!

—¡Pero aléjate de el! —gritó y tembló. Nunca la había visto así. Parecía aterrorizada.

Notas (ZIAM)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora