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Liam.

Seguía sin despertar y, cuantos más días pasaban, más improbable era que lo hiciera. El domingo por la mañana, sentí el cansancio de mirar su figura desmadejada en la cama del hospital, pero no sabía qué más hacer. No podía marcharme durante mucho tiempo porque tenía miedo de que muriese mientras no estaba.

Sabía que era estúpido, pero mi madre había muerto sola. No hubo nadie con ella y no quería que le pasara lo mismo a mi padre.

Nunca me perdonaría no estar a su lado tanto si despertaba como si se iba para siempre.

—Pronto habrá que tomar decisiones —me dijo Louis, mientras Zayn estaba en la otra esquina de la habitación. Siempre que venía, me soltaba la mano para intentar que todos estuviéramos un poco menos incómodos.

Louis habló de opciones y luego mencionó que tal vez mi padre no saldría del coma, por lo que había que pensar en los siguientes pasos.

—¿Te refieres a desconectarlo? —pregunté.

Frunció el ceño.

—Me refiero a tomar la mejor decisión para su vida. Te daré un tiempo para pensarlo.

Asentí y, antes de irse, miró a Zayn una última vez.

—Todavía te quiere —susurré.

Bajé la cabeza y me miré las manos.

No sabía por qué me molestaba, pero así era. No hacía mucho que conocía a Zayb y habíamos dejado muy claro lo que sentíamos el uno por el otro.

Aun así, la forma en que lo miraba me dolía.

Una parte de mí se preguntaba si, con el tiempo, lo volvería a mirar de la misma manera.

—Está enamorado de la idea que tiene de mí, pero lo cierto es que ya ni siquiera me conoce. Además, me parece que es una situación de las de «quiero lo que no puedo tener». Solo me desea porque cree que estoy contigo.

Me volví hacia el y le dediqué una sonrisa triste. Quería decirle lo que pensaba. Quería abrirme y contarle lo que sentía, pero me contuve.

Aquella noche, volvería a Atlanta y a su futuro, mientras que yo seguiría en Chester, anclado en el pasado.

Sin embargo, ojalá hubiera una manera de que estuviera conmigo porque me moría de ganas por estar con el.

—He pensado algo —dijo y volvió al sofá conmigo. Se sentó y me agarró la mano—. De vez en cuando, mi familia invita a cenar a alguien que lo está pasando mal. Cenamos y rezamos para ayudar a los que sufren momentos difíciles. He pensado que tal vez podrías ser el invitado de esta noche antes de que vuelva a Atlanta.

Levanté una ceja.

—Creí que ya no rezabas.

Se encogió de hombros.

—Así era, pero lo he vuelto a hacer.

—¿Por mí?

Asintió.

—Por ti.

Yo no rezaba ni creía en Dios, pero aquello significó muchísimo más para mí de lo que Zayn imaginaba.

—Tu familia me odia.

—Solo mi madre, y no te preocupes, creo que me odia más amí.

—De eso nada.

—¿Cómo lo sabes?

—Porque es imposible odiarte, Zayn. Créeme. —Le acaricié la palma de la mano con el pulgar—. Lo he intentado.

Notas (ZIAM)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora