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Liam


—Mi padre se retira —me dijo Zayn mientras cenábamos una noche a finales de junio—. Judy se hará cargo de la iglesia y dará su primer sermón el domingo. ¿Me acompañarás?

—Pues claro.

Ni lo dudé. Si algo era importante para Zayn, también lo era para mí.

Hacía meses que no íbamos a Chester y mentiría si dijera que volver no se me hacía duro. En aquel pueblo me esperaban muchos fantasmas, pero con Zayn a mi lado, todo era un poco más fácil.

Trisha vino con nosotros porque, aunque no tenía ganas de ver a Yaser quería a su hija lo suficiente como para pasar el mal trago.

Llegamos a la iglesia el domingo por la mañana y era evidente que Trisha estaba nerviosa. Le puse una mano en el hombro y apreté con cariño.

—¿Estás bien?

Asintió.

—Solo respiro despacio.

Yaser saludaba a la gente en la puerta y, cuando nos acercamos, me fijé en que la miró de arriba abajo.

—Hola.

Trisha se irguió.

—Hola, Yaser.

—Estás impresionante —dijo, sorprendido por su belleza. Me pareció raro, ya que todas los Malik eran preciosos.

Le dedicó una pequeña sonrisa y se encogió de hombros.

—Lo sé.

—Hola, papá —dijo Zayn, se le acercó y le dio un beso en la mejilla.

—Hola, calabacita. ¿Todo bien?

Me agarró del brazo y sonrió de oreja a oreja.

—De maravilla.

Entramos en la iglesia y nos sentamos. No recordaba la última vez que había estado en una y menos de cuándo había escuchado un sermón, pero era un momento muy importante para Judy. No creía en las iglesias, pero sí en la familia.
Así que me senté y escuché.

Judy habló del poder del perdón. De cómo la vida a veces nos da un revés, pero, al final del día, siempre nos queda la promesa de volver a intentarlo al día siguiente.

Habló con confianza, como si lo hubiera hecho toda la vida. Había encontrado su pasión y verla era extraordinario.

Cuando terminó el oficio, se acercó a Zayn y a mí. Jamás había visto a nadie tan feliz.

—¿Qué tal lo he hecho?

Zayn la abrazó.

—Ha sido perfecto. Desde el primer segundo al último.

—Tiene razón, has nacido para esto —comenté. Me sonrió y me dio las gracias.

—¡Ah! ¿Has visto ya tu antigua casa? Me encantaría saber qué te parece —exclamó Judy. Levanté una ceja y miró a Zayn—. ¿No se lo has dicho?

—Me pareció mejor enseñárselo.

—¿Enseñarme qué?

Los dos sonrieron y me miraron divertidos.

—Ya lo verás —dijeron a la vez.

Nos dirigimos al lugar que antes había considerado mi hogary me sorprendí al ver que el taller, la cabaña y la casa de mi padre ya no estaban. En su lugar, había varios senderos que cruzaban el terreno, flores preciosas por todas partes y unos columpios donde había niños jugando.

—¿Lo habéis convertido en un parque? —pregunté, sorprendido.

—Sí, y le hemos puesto el nombre de alguien que conoces —dijo Zayn y señaló un cartel. Miré hacia allí. «Parque de Tucker»—. Creí que había bastantes perros en la zona que se merecían tener un lugar donde jugar. Así que hicimos unos senderos que llevan al terreno abierto de atrás. Ven, te lo enseñaré.

Recorrimos el camino hasta el claro donde estaban enterrados Tucker y mi madre. Habían rodeado las tumbas con una valla y había un pequeño cartel que decía: «Nunca os olvidaremos».

Los dueños paseaban con sus perros y les lanzaban pelotas. La felicidad era palpable en el ambiente. Era increíble.

Se me aceleró el corazón al pasar junto a las tumbas y llegar a un edificio al fondo. Era nuevo, pero lo reconocí al instante.

—¿Habéis construido el taller de arte de mi madre? —pregunté y se me quebró la voz al leer el letrero que había sobre la puerta. Era el del taller de Geoff, pero ahora ponía: «Taller de pintura de Karen».

Zayn me dio la mano.

—¿Te parece bien? Creí que…

Lo corté con un beso.

Fue como si mi madre hubiera vuelto a la vida de algún modo.

—Damos clases de arte aquí —comentó Judy—. A los niños les encanta. A veces, nos sentamos fuera a pintar el atardecer.

—Es increíble —añadí—. Más que increíble.

—Nos encantaría que dieras alguna clase cuando vengas al pueblo, si quieres. —Judy sonrió y le dio un codazo a su hermana—. Zayn, ¿por qué no se lo enseñas? Ahora está cerrado, así que podéis verlo tranquilos.

—Claro, vamos. —Me dio la mano y entramos en el taller.

Era precioso. En las paredes había cuadros de mi madre que nunca había visto.

—¿De dónde los habéis sacado?

—Los encontramos en el sótano de tu padre y nos dio permiso para usarlos. Creímos que sería un buen detalle. También estudié algunos de sus primeros trabajos y pensé que el carboncillo es lo mejor para los niños más pequeños. En el cuarto de atrás, colocamos un gran lienzo en blanco los sábados por la noche para que la gente lance pintura como loca. Lo hemos llamado la habitación Liam, pero yo prefiero llamarle Liam Payne, por motivos evidentes. —Habló del espacio a toda velocidad y me emocioné al escucharla. Se dejó llevar un buen rato, luego paró un momento y frunció un poco el ceño—. ¿Te parece bien? Pensé que…

Lo interrumpí con otro beso.

—Cásate conmigo —le susurré sobre los labios.

Se rio con cariño, al pensar que era un broma. Después, se apartó un poco y me miró a los ojos.

—¿Que me case contigo?

—Sí. Cásate conmigo Zayn Malik.

Apoyó las manos en mi pecho. Se mordió el labio inferior y asintió, despacio.

—Sí —susurró y me besó—. Me casaré contigo.

Notas (ZIAM)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora