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Zayn.




El secreto que tenía con Liam era solo nuestro. Los únicos momentos en que interactuábamos eran dentro de su cabaña. Cuando me tocaba, me transportaba a otro mundo. A veces me besaba con rabia e intensidad y, otras, lo hacía lento y suave.

Me encantaba cómo me hacía sentir y cómo, por un instante, se preocupaba por mí. Exploraba mi cuerpo como si fuera lo único que deseaba en la vida y, después, me marchaba de su casa con nada más que el recuerdo de sus besos hasta la próxima vez que cayera en su cama.

Nadie lo sabía, y eso lo hacía más divertido. Había creado un nuevo mundo que solo me pertenecía a mí.

Nadie me regañaba por mis acciones y las elecciones que tomaba eran solo mías, sin preocuparme por qué opinarían los demás.

Era lo que más me gustaba, aparte de la boca de Liam cuando me exploraba, claro.

Esa sí que era la parte que más me gustaba.

Cuando nos cruzábamos por el pueblo, ni siquiera nos mirábamos, pero siempre era consciente de cuándo estaba ahí y sé que a él le ocurría lo mismo.

Disfrutaba de nuestro secreto, uno que el mundo no podía estropear.

Cada vez que me iba de su casa, una nueva parte de mí me dolía de una forma agradable.

No sabía que unas manos pudiesen tocar un cuerpo así, de forma tan suave y salvaje a la vez. Me hizo sentir más seguro que nunca mientras doblaba mi cuerpo en posturas que no sabía que eran posibles.

Liam me besaba como nunca lo habían hecho.

Me besaba en rincones que mi marido nunca había explorado.

Disfrutaba de cada segundo.

Se comportaba como una bestia al desvestirme, pero de una forma considerada.

Un monstruo amable.

Tenía el control, pero, al mismo tiempo, me hacía sentir que era yo quien llevaba el mando. Con cada uno de mis gemidos, se esforzaba con más ahínco. Cada vez que me corría, buscaba la forma de que volviera a hacerlo.

Cada vez que me marchaba, lo hacía pensando en la próxima vez que el monstruo saliera a jugar.




***



—¿Te has torcido el tobillo? —me preguntó Niall a la mañana siguiente cuando entré en El Silencio cojeando un poco. En realidad, me dolían todos los músculos del cuerpo por haber pasado la noche anterior en casa de Liam. Había tardado diez minutos en levantarme de la cama sin llorar.

Le sonreí y me puso una taza de café delante.

—Ayer hice mucho ejercicio —dije.

—Qué bien. Es bueno soltar algo de energía.

No tenía ni idea.

Se llevó la taza de té a los labios y dio un sorbo. Sonó la campana de la entrada y las dos nos volvimos cuando Liam apareció. Siempre que entraba en la librería, no miraba a nadie, atravesaba las puertas de madera hasta su oscuro rincón.

Aquella mañana, sin embargo, hizo algo diferente. Al llegar, me miró y me dedicó una media sonrisa. Le respondí. Después, apartó la mirada y se marchó al área de lectura.Fue muy rápido, una breve interacción.

Durante unos pocos segundos, cruzamos las miradas y sonreímos, pero fue suficiente para que Niall arquease las cejas.

—¿Qué acaba de pasar? —preguntó, confundida.

Notas (ZIAM)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora