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Zayn

La misa del domingo por la mañana era el momento más importante de la semana en Chester. Era un elemento fundamental en nuestras vidas y mi padre era el hombre que lo dirigía. Se le daba de maravilla. Ojalá aquella mañana le hubiera prestado más atención.

—Siéntate erguido, Zayn—me regañó mamá entre susurros en el banco de la iglesia—. Un joven no se encorva.

Enderecé la espalda y cuadré los hombros mientras escuchaba a papá dar el sermón. Algunas personas que estaban sentadas detrás murmuraron y capté el nombre de Louis.

—Sí, ayer vino directo desde casa de Autumn. Me pregunto si lo sabe —decían, y se me revolvió el estómago.
—Es triste ver cómo su matrimonio se desmorona. Creí que lo conseguirían.

—Son las generaciones de hoy en día. Ya no se esfuerzan en sus matrimonios. He oído que él no fue el primero en descarriarse de la relación.

—Siempre son las que parecen buenas, ¿a que sí?

Quise darme la vuelta y contestar a esa panda de cotillas, pero mamá me puso una mano en la rodilla y negó con la cabeza de manera casi imperceptible.

—Erguido, Zayn —repitió.

Me estiré todo lo que pude.

—He oído que Louis quería formar una familia, pero Zayn no quería quedarse embarazado. No quería estropear su figura. Cualquiera lo diría.

—También me he dado cuenta de que ha engordado. Es una pena.

La cabeza me daba vueltas mientras no me quedaba otra que permanecer sentado escuchando cómo me ponían en ridículo. No se me permitía defenderme porque era Zayn Malik, el niño bueno de Chester.

Lo que más me dolía era que las personas que cotilleaban sobre mí eran los mismos que me abrazaban en el mercado. Me sonreían a la cara para después hablar de mí a mis espaldas.

«Te van a desangrar hasta que no quede nada y luego se preguntarán qué te ha pasado».

Hice lo posible por contener las lágrimas, porque las princesas perfectas tampoco lloran.

—¿Podéis parar? —espetó una voz en medio del silencio.

Papá dejó de hablar, sobresaltado por la interrupción. Me volví hacia Judy, que se había dado la vuelta para encarar al grupo de maleducadas que la miraban estupefactas.

—¿Qué tal si escucháis el sermón y dejáis de cotillear sobre cosas de las que no tenéis ni idea? —Se volvió otra vez hacia delante y toda la sala se quedó en silencio. Asintió a nuestro padre y se aclaró la garganta, para volver a sentarse erguida como una auténtica dama—. Perdona, papá. Puedes seguir.

Y él hizo exactamente eso, sin inmutarse por la interrupción.

Después del sermón, pillé a mamá regañando a Judy en una esquina de la iglesia. Me acerqué lo bastante para escuchar.

—¡Cómo te atreves a avergonzarnos así, Judith!

—Lo siento, no soportaba escucharlas hablar de Zayn así, me sorprende que tú sí. ¡No tienen ni idea de todo lo que está sufriendo!

—Allá ellas con sus conciencias, pero no te corresponde a ti educarlas. Sus chismorreos son cosa suya y de Jesús.

—Ya, bueno, decidí unirme a la conversación, por si acaso Jesús no estaba prestando la suficiente atención —espetó Judy.

Le replicó a mamá.

¿Quién era esta nueva hermana y cómo podía dejarle claro cuantísimo la quería?

Notas (ZIAM)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora