╔║[ ᴍᴄsᴍ: ᴇʟ ᴏʀɪɢᴇɴ ᴅᴇ ᴜɴ ɢʀᴀɴ ʜᴇ́ʀᴏᴇ ]║╗

16. Lᴀ ᴄᴇɴᴀ ғᴀᴍɪʟɪᴀʀ

Hacer una cena en honor al recién llegado fue la mejor idea que a Alex y Steve se les había ocurrido. Literalmente tenían todos los recursos para elaborar una cena y un festival en ese mismo instante, aunque por el lado de la organización, les sería un lío completo.

Como podían, cada uno de los familiares llevaba, elaboraba, recibía y creaba los elementos y materiales necesarios para formar el convivio de tamaño descomunal. Algunos arreaban reses y cerdos para los alimentos; otros armaban y decoraban el salón en donde se reunirían en la noche; otros cuantos ayudaban en la cocina, asegurando que los alimentos fuesen los mejores para el paladar de su príncipe; y los que sobraban se encargaban de apoyar a los otros en lo que fuese necesario. Literalmente, toda la familia intentaba dar de su parte para que nada saliera mal en la noche, y que sus invitados se sintieran cómodos con sus presencias.

Mientras tanto, la orden preparaba sus mejores ropas para la reunión, intentando verse lo más decentes posibles, pero sin exagerar su look de niños aventureros. Axel, Lukas, Jesse y Radar intentaron conservar ciertos detalles de sus atuendos, pero retirando algún que otro accesorio que no fuese el adecuado para la ocasión. Mientras que Jessica, Petra y Olivia dejaron intactas sus apariencias, con la única diferencia de que irían extrañamente perfumadas con aromas que no estaban disponibles en el exterior.  

Al cabo de unos minutos, se declararon listos para asistir a la fiesta, asegurados de que nada les sobraba o faltaba en sus cuerpos. Pero justo en esos instantes arribó a sus presencias la guerrera Adriene quien, a órdenes de su rey, tenía el trabajo de llevar a sus invitados al lugar en donde se encontraban reunidos los familiares. Viendo que ninguno parecía faltar y que lucían más que listos para el festejo, decidió llevarlos cordialmente a las afueras del castillo, haciéndolos caminar por varios minutos hasta que lograron salir del elegante sitio.

Emocionados, llegaron al jardín principal de la estructura, en donde encontraron varias mesas repletas de integrantes y comida; una decente decoración excesivamente blanca; y unas luces de color amarillo que iluminaban el bello entorno familiar. Amigablemente, Adriene se retiró de ellos, no sin antes indicarles los lugares que debían de tomar para cenar con el resto. Ellos le agradecieron con cordialidad, y obedientes a sus palabras, fueron directos a los únicos lugares que parecían estar vacíos, notando que estos se encontraban a lado de la mesa principal; justo en el mismo lugar en el yacían los líderes esperando a que llegasen.

Una vez reunidos, el líder Steve decidió llamar la atención de los demás presentes, buscando que todos, y cada uno de los Mojang notaran que su rey tenía algo importante que decirles antes de comenzar la cena que tanto le costó preparar.

—¡Su atención por favor! ¡Su atención! — anunció en alto, levantándose de su asiento mientras chocaba varias veces su cuchara con una copa de vidrio. Fue insistente con su acción, hasta que consiguió que todos lo vieran y guardaran silencio — Bien, ya que tengo su atención, puedo hacer uso de mi voz para dedicar unas palabras de suma importancia a cada uno de ustedes, y en especial, a los recién llegados que se sientan con nosotros la noche de hoy. Antes de empezar, me gustaría que respetaran estos momentos de felicidad que compartimos con gente de las afueras. Espero que esto no sea mucho pedir, y que puedan comprender la importancia que esto significa para mí, y para mi demás familia  — carraspeó ligeramente, y acomodó un poco sus ropas. Una vez listo, procedió a hablar en nombre de todos, comprometido a iniciar el banquete con su digno discurso de presentación — ¡Damas y caballeros de la Prestigiada familia de los Mojang! El día de hoy, ha llegado ante nosotros el último de nuestros familiares, acompañado de intrépidos héroes que nos han salvado de múltiples peligros que amenazaron a nuestro mundo, Overworld. Como sabemos bien, el último administrador nos arrebató la felicidad y la alegría que antes solíamos tener; en aquellos tiempos en los cuales los biomas eran jóvenes y las aventuras jamás  parecían acabar. Luego de que hayamos pasado más de trescientos años en la tempestad de las tragedias, nuestro muchacho, Jesse Mojang, convertido ahora en un hombre, logra regresar a nosotros honrado en recuperar sus antiguas tradiciones y dispuesto a pelear por el trono que le corresponde heredar. Ahora que estamos todos juntos, y unidos como la verdadera familia que somos, no me toca más que agradecer este bello momento que compartimos, y el cual no pudo haberse logrado si no hubiera sido por el esfuerzo que realizó nuestra querida Jessica Mojang en regresarnos a nuestro hogar.