7.

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—¿Te he visto antes, verdad? Venías con un perro, si no me equivoco —dijo él, otra vez con esa voz que a Emma le parecía hecha por los ángeles.

Emma asintió con la cabeza.

—Lo paseo todos los días. Bueno, solía hacerlo al otro lado del parque.

—Por donde yo solía correr todos los días, ¿no?

—Así es.

Emma claramente ya había parado de llorar y había convencido a quien ahora conocía como Luke, de que no era nada importante y que hiciera como si nunca la hubiera visto así. Él accedió y se pusieron a hablar de cualquier otra cosa, pero el tema de ya haberse visto antes no podía ser evadido por siempre. Emma no sabía que más decir, y como si alguien la hubiera escuchado, el cielo empezó a tornarse negro.

—Nunca sabes qué te puedes encontrar en esta ciudad hasta que llega —señaló Luke, apuntando con el mentón hacia el cielo.

—Diablos, tengo que irme ya...

Emma se colgó su bolsa y se puso de pie rápidamente, pero vio que Luke no había movido ni un pelo y la miraba desde su lugar.

—Quiero creer que no le tienes miedo a la lluvia, ¿o sí?

—Claro que no —Emma rodó los ojos.

—Entonces quédate —pidió él.

—Me voy a mojar —se quejó Emma otra vez.— Y peor, se mojarán mis libros.

—Esa cartera que tienes es de cuero, si se mojan prometo comprarte nuevos, ¿trato?

Emma suspiró cansinamente, aunque realmente disfrutaba de todo el momento en sí. ¿Luke pidiéndole que se quede? ¿Qué era esto? ¿Una novela de la hora de la siesta? Se sentó y lo fulminó con la mirada.

—Trato.

—¡Esa es la Emma que conozco! Bueno, no conozco, pero... ya, se entiende —se trabó él, haciendo reír a Emma.

—¿Y qué vamos a hacer mientras nos morimos de frío bajo la lluvia?

—Qué apurada, no es que ya hubiese empezado a caer —contradijo él.

Y como para hacerle la guerra al rubio, el cielo se iluminó y la primer gota cayó en la mano de él. Luego, en la mano de ella. Treinta segundos después, el pelo de Emma se había aplastado en su mejilla.

—¿Decías? —lo cargó ella.

—Corre antes de que te atrape —amenazó él.

—No pienso correr abajo de la lluvia. Tienes suerte de que aún esté aquí sentada.

—Tienes un punto —concedió Luke.

—¿Qué te parece si jugamos a las veinte preguntas? Ya sabes, lo típico para conocernos mejor.

—¡Sí! —exclamó entusiasmado.— Pero yo empiezo.

—Adelante —accedió Emma.

—¿Pepsi o Coca-Cola?

—Oh, vamos, ¿así nos conoceremos mejor? —se rio Emma.

—Hay dos clases de personas. Los de la Pepsi y los de la Coca-Cola. Yo claramente soy de la segunda clase y no podría relacionarme con los de la primera. ¿Tú qué eres?

—¿Qué haces hablándole a una Pepsi, Luke? Retírate de mi vista, tu color rojo apaga mi hermoso color azul —bromeé.

—¡No lo creo! —gritó.

—Cállate. Mi turno. Tienes que llevar a una chica a una primera cita y apenas la conoces. ¿Comida rápida y cine o restaurante formal y teatro?

—¿Qué insinuas?

—Nada, pero con esta pregunta llegaré a saber más de ti que con las próximas diecinueve.

—Como digas. Comida rápida y cine. Y después quizá la llevaría a mi casa, ya sabes...

—¡Me das asco! —se rio ella, pegándole en el hombro.

Parecía como si llevaran años conociéndose, aunque tenían suerte si ya había pasado una hora. Tenían una conexión innegable, a pesar de que Emma daba por sentado que él ya estaba en otra relación. Estaba segurísima que como amigo, él nunca le fallaría y eso le alcanzaba. Incluso era más de lo que podía pedir una semana atrás.

—¿Soltera? —soltó él de repente.

—¿Qué?

—Me toca preguntar, ¿soltera o no?

—Sí —contestó. —¿Qué insinuas? —imitó la voz de él.

Él se encogió de hombros y le regaló una sonrisa de costado. El piercing negro de costado que tenía en su labio tenía a las hormonas de Emma como locas. ¿Alguna vez vieron a un rubio, alto, con buen físico, ojos celestes, simpático, confiado de sí mismo, con una sonrisa perfecta y un piercing en su labio? Pues Emma sí, y podía decir que era como sacado de un cuento de hadas de esos que les leen a las niñas para dormirse.

—Oye, enserio tengo que irme ahora. La tormenta hace que parezca más de noche y seguro que mi madre ya ha llamado incontables veces.

—Pues tu celular no ha sonado.

—Vibración. No me gusta que me molesten cuando leo —aclaró.

Él asintió y le entregó su celular, así, abajo de la lluvia.

—¿Qué haces? —preguntó ella.

—Agenda tu número. Eres simpática, quiero seguir hablando contigo.

—De acuerdo —Emma hizo lo pedido. —Pero el juego no ha terminado, ¿oíste? Aún tengo diecinueve preguntas para hacerte.

—Es un hecho —guiñó el ojo.

Se fueron en direcciones contrarias, Emma con la vista puesta en el suelo. Aunque de vez en cuando la levantaba hacia el cielo y lograba ver un retazo de una nube blanca o un rayo de sol. Se sentía como salvada. Después de un mes, había vuelto a ver al rubio. Su rubio, no tan suyo, ahora llamado Luke. Había hablado con él, incluso él tenía su número de teléfono. Y, a pesar de todo, Emma se sentía mal. Se sentía mal por la chica de cabello colorado, claramente estaban juntos. Entonces, si Emma sabía que estaban juntos, ¿por qué había coqueteado con Luke? Y más importante, ¿por qué Luke le había preguntado si estaba soltera cuando él tenía pareja? Había un par de cabos sueltos que Emma estaba dispuesta a atar con las diecinueve preguntas que le quedaban.

Exquisito dolor ➳ l.hDonde viven las historias. Descúbrelo ahora