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Más o menos un mes y medio desde que Luke y Emma habían empezado a hablar y cuatro días después de la última vez que se habían visto, iban a hacer algo más interesante que simplemente sentarse en la plaza a hablar. Si bien ninguno de los dos se aburría en esas circunstancias, siempre venía bien una variación en la rutina. Emma le había contado a él sobre una película que saldría en el cine y que ella ansiaba ver, Lo mejor de mí. Claramente, era una fanática de las películas románticas, sobre todo si en ellas se incluían las lágrimas y las cosas dulces para comer durante la película. Él la invitó, alegando que debería darle una oportunidad a ese tipo de películas (en realidad no lo creía así, pero de todas formas, era una buena excusa para salir con Emma). 

Era sábado por la noche, y Emma seguía inspeccionando su vestuario y maquillaje en el espejo con detalle, buscando el más mínimo defecto. En realidad no encontraba nada, porque estaba perfecta en todo sentido. Una remera básica, un suéter y una bufanda de tela, todo en tonos verdes oscuros. Un jean color azul oscuro y unos zapatos negros con taco. De alguna forma tenía que alcanzar (o tratar de alcanzar) la altura de Luke. Se pasó el cepillo por décima vez por el pelo, miró el reloj y se sentó a esperarlo en su cama, mientras jugaba con su celular. 

Su celular marcó las siete y media. Luke debía de estar por llegar. Volvió a chequearse de arriba abajo, y decidió ir a la cocina para estar con su familia un rato antes de irse. Para las ocho de la noche, Emma estaba sentada en la cocina mirando por la ventana que daba al jardín delantero. Las lágrimas amenazaban con salir, pero ella reemplazaba su tristeza con enojo. ¿Por qué había decidido repentinamente no pasarla a buscar? ¿Qué había hecho ella para que él se retractara de su invitación sin siquiera decíselo? A las nueve de la noche, ya estaba instalada en su cama con el celular en las manos. No había recibido nada. Le escribió a Lexie, a ver si sabía algo. Preguntarle a la mejor amiga del chico con el que saldrías y te dejaba plantada era caer bajo, pero más bajo sería preguntárselo directamente a él.

Emma: “Lexie, se suponía que hoy saldría con Luke. Sigo en mi casa y no sé nada de él. ¿Tienes idea de si está bien?”

Lexie: “¡Emma! Su hermano pequeño empezó a vomitar sangre y lo trajeron de urgencia al hospital, yo acabo de llegar.”

Lexie: “Aquí viene Luke.”

Lexie: “Quiere hablar contigo, te lo paso.”

Emma cerró WhatsApp automáticamente. No quería hablar con Luke. Claro que se sentía mal por su hermano menor, y la curiosidad la mataba. Pero, enserio, le tomaría solamente un minuto escribir “No podré salir hoy, luego te explico.” Ni siquiera pedía un perdón, si lo hubiera hecho. Pero no lo hizo, y Emma estaba realmente molesta. Y aunque había cerrado la aplicación, podía leer las notificaciones sin siquiera abrirla.

“Emma, soy Luke.”

“Lo siento muchísimo, enserio.”

“Mi hermano menor empezó a vomitar sangre, no podía dejarlo.”

“Olvidé el teléfono en casa y no pude avistarte.”

Emma pensó que eso era posible, ante una desesperación uno en lo último que pensaba era en su celular. Pero igual, podría haberle mandado un mensaje desde el celular de sus padres. O marcarle dos segundos desde un teléfono público.

“Por favor Emma, tienes que perdonarme.”

Ella abrió la aplicación, releyendo los mensajes, pensando en qué contestar.

“Te puedo ver en línea.”

“Por favor.”

“Sé que esto es pedir mucho pero,”

“Te necesito aquí.”

“¿Puedes venir?”

Toda la fortaleza de Emma se debilitó con esos mensajes y respondió un par de palabras antes de cambiarse.

“No tardaré mucho.”

Bajó corriendo las escaleras. Gracias a Dios su padre estaba levantado. En pocas palabras le explicó lo sucedido y sin pensarlo dos veces ya estaban en el auto de él, camino al hospital. Revisaba el teléfono cada 10 segundos y mandó un texto al celular de Lexie.

“En 5 minutos estoy.”

Cuatro minutos y medio más tarde estaba corriendo por los pasillos del hospital y preguntando por el pequeño Hemmings, del cual por alguna razón desconocía el nombre. En cuanto Luke la reconoció, la abrazo y se quedaron ellos dos, junto con Lexie, esperando el diagnóstico del chiquito. Durante esa hora, Emma se enteró que el hermano de Luke se llamaba Jake Hemmings y que tenía apenas 9 años. Los padres salieron con los ojos hinchados, y Luke corrió a ellos. Lexie y yo nos levantamos, pero nos quedamos más atrás. Los hombros de Luke cayeron como si tuviera el mundo sobre éstos, y cuando se dio vuelta su expresión estaba totalmente cambiada. Lexie apretó mi mano, dándome fuerzas. Hice lo mismo. Él se acercó. 

—Jake tiene cáncer de estómago, muy avanzado. Ya abarca el intestino delgado y parte del estómago y del hígado. Puede haber tratamientos, pero no hay posibilidades de salvarlo.

Su voz se quebró al final, pero no lloró. Emma lo abrazó después de Lexie, pensando con cómo había podido ser tan egoísta de pensar que él la había dejado plantada y no pensar en algo de estas dimensiones. Bajó a decirle a su padre que se quedaría toda la noche allí o que, a lo sumo, se iría a casa de Luke. Sostuvo su mano toda la noche, acariciándola, tratando de calmarlo. Él se quedó dormido en los brazos de ella y Emma no tardó tanto en seguir su camino. Ambos estaban tratando de escapar a la realidad, juntos.

Exquisito dolor ➳ l.hDonde viven las historias. Descúbrelo ahora