15.

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Ni bien termió Emma el colegio, el martes por la tarde, salió corriendo al hospital. Había recibido un mensaje de texto de Luke durante la última hora, diciendo que Jake estaba empeorando. No se podía ir ahora, era muy joven para ya irse. Tenía mucho por vivir, pensaba Emma. Subiendo las escaleras porque esperar el ascensor sería perder demasiado tiempo, pudo divisar a Liz en el pasillo, mirando fijamente la puerta cerrada. Tenía la mandíbula apretada, probablemente para no llorar. Se preguntó dónde estaría Luke, pero luego lo vio girando en la esquina a paso apurado. La saludó con un beso muy corto en los labios y se la llevó prácticamente corriendo al lado de Liz.

Los tres se pararon unos quince minutos mirando el blanco de la puerta, de las paredes, del techo y del piso. Nadie decía nada, nadie se movía. Nada cambiaba. Adentro, se escuchaban pitidos de máquinas. Jake era muy valiente para atravesar todo eso solo.

La enfermera salió seguida por la doctora. A ambas se les notaba el cansancio en la cara, pero la médica tenía una expresión de... ¿orgullo? en la cara. Les sonrió y les dijo que habían podido arreglar prácticamente todo el problema. Les contó que el tumor no se achicaba en gran medida pero que tampoco se agrandaba, y eso se podía ver como un aspecto positivo. Si no se agrandaba, dentro de un tiempo quizá llegaba a achicarse. De todas formas, nadie quería ilusionarse. Con rezos, ilusiones y deseos no salvarían a Jake. Estaban incluso seguros que lo único que podría salvarlo sería que, mágicamente y de abajo de la tierra, apareciera un donante de esos órganos. No iba a pasar. Mejor aceptar la realidad al primer momento, a sufrir en exceso más tarde.

Les sugirieron que lo dejáramos descansar, y que solamente una persona podría quedarse, la cual claramente era Liz. Luke y Emma se fueron a la casa de él. Mientras él se duchaba, Emma se quedó preparando una merienda consistente para ambos. La tarde se pasó entre alguna película y la comida. Luke logró concentrarse en la película, gracias al hecho de que sabía que no podía volver al hospital. Oscureció más temprano de lo que esperaban, y Emma no se sentía con ganas de volver a su casa. Avisó que se quedaría en casa de Luke, y ambos se acostaron a dormir abrazados en su habitación.

Aproximadamente a las tres de la mañana el teléfono de Luke sonó. Ambos se levantaron desesperados, y Emma ya se estaba cambiando cuando Luke logró descongelarse y atender. Esperaban lo peor, las lágrimas de Emma amenazaban con salir sin siquiera haber escuchado una palabra de la boca de Luke. Cuando cortó, a él se le caían las lágrimas con una sonrisa en el rostro. Emma no entendía nada, y dejó la zapatilla que se estaba por poner en el piso. Las palabras que él dijo le iluminaron el día (o más bien, la noche).

—Un hombre viejo al que no le quedan muchos días de vida quiere donarle sus órganos a Jake. Están intactos y en perfecto estado. Emma, hay esperanza.

Las lágrimas se les cayeron mientras las esperanzas crecían, y corrieron al hospital donde en pocas horas le iban a hacer a Jake un transplante de órganos, esperando salvarle la vida.

Exquisito dolor ➳ l.hDonde viven las historias. Descúbrelo ahora